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miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 30


Primero entró ella y después yo. Nayara no se imaginaba ni de lejos que yo lo sabía todo, pero, había tomado la decisión de decirle que sí, que lo sabía, y que quería una explicación. Cerré la puerta y me giré para verla. Ella siempre tan triste. No sabía por qué. A lo mejor hoy lo descubría.

-Bueno, ¿necesitas más tiempo para contarme aquello tan horrible?- Sí, un poco directa, pero, mejor así que andarse con rodeos. Quería que me admitiera ya que me había empujado. Que me diera una explicación y fuera. Ella me había mirado sorprendida. Creo que no creía que fuera a preguntarle eso.

-Pues… yo… prefiero no contártelo todavía… - La miré a los ojos y ella hizo lo mismo. Se veía muchísima culpabilidad en esos ojos. No sabía que pensar.

-¿Pero porqué no me lo quieres contar? Bueno, mejor, no me importa. Ya sé lo que pasó.

-¿Qué? – Nayara no pestañeaba. Se había quedado muda. Su cara me rompió un poquito el corazón.

-Pues eso, que ya sé que me empujaste, pero, quiero saber el por qué.

-Espera.- Nayara me miró sin comprender.- ¿¡Que yo te empujé?!

-Venga Nayara no hace falta que sigas escondiéndolo pero dame una explicación. – La miré con ojos suplicantes. ¿Qué le había hecho para que me empujara contra los coches?

-No me puedo creer lo que estás diciendo. ¿Quién te dijo eso?

-Sergio. Hoy. – La miré como si fuera tonta. La acababa de destapar y lo que le importaba era quién me lo había contado.

-¿Y tú vas y te lo crees? ¿Después de todas las mentiras que te contó a ti y a Samanta?- Hombre, ahí me había dado. Tenía razón. Había creído todo lo que me había dicho Sergio sin poner en duda nada. Otra vez. Era una estúpida de mierda. Pero, si Nayara no me había empujado, entonces, ¿Qué había pasado?

-No sé. Ya no sé ni en quién confiar.- Nayara me miró con lágrimas en los ojos. Me dolió demasiado. Lo que me sorprendió fue que no me respondió. No me dijo que era lo que había pasado al salir del instituto. ¿Por qué me habían atropellado? En vez de eso me esquivó  y camino hacia la puerta. La abrió y salió. Yo me quedé sola pensando en lo tonta que había sido al creerme todo lo que había dicho Sergio. Tenía que haberle hecho caso a Carlos cuando me dijo que él no se lo creía. Sergio me había vuelto a engañar y lo peor no era eso. Lo peor es que ahora Nayara no me hablaba y yo estaba hecha polvo. Era totalmente una estúpida.

Salí del cuarto al rato. Fuera estaban Samanta, Tamara y Nayara hablando. Seguramente Nayara les estaba  contando lo tonta que había sido al creerme todo lo que había dicho a Sergio. A parte de contarles que no confiaba en ellas y demás cosas que las pondrían en mi contra. Andaba bonita. En el momento en el que más debería de tener cerca a las personas que me querían iba yo y las alejaba.

No sabía qué hacer ya que ellas estaban hablando. Me fui a la cocina y me senté en una silla. Era horrible estar en tu propia casa y sentirte incómoda. Hacía mucho tiempo que no sentía lo que era haber estropeado algo. Roto algo. Haberla cagado, vamos. Isa la parte morbosa de mi mente me decía: “Es que mira que creer a Sergio”. La cabrona siempre aparecía en el peor momento. Y no se callaba: “No tenías ni que haberle abierto la puerta, así hubieras acabado aquello con Carlos”. Sería guarra. Ella solo quería acabar “aquello con Carlos”. Lo cierto es que yo también pero ahora no tenía tiempo para pensar en eso. Estaba en un proceso de auto culpa muy importante.

-¿Puedo hablar contigo?- Era Samanta. Caminó hasta la silla más cercana y se sentó. Tenía la cara muy serena. Ella me daba la sensación de que sí que entendía por qué no confiaba en nadie. Una de las culpables era ella misma.

-Ya Nayara nos contó lo que pasó. Sé que no sabes a quién creer pero te aseguro, y sé que mi palabra a estas alturas no vale nada, que Nayara no hizo nada para que te atropellaran. Tuvo una pequeña parte de la culpa pero no pasó lo que te contó Sergio. También quiero contarte una cosa que no les he dicho a las chicas.

La miré pensando en si aceptar aquella información a rechazarla. En estos momentos poco más podía hacerme sentir peor así que le hice un movimiento de cabeza para que supiera que podía continuar. Ella pareció entenderlo porque continuó.

-Sergio fue a mi casa pero no era sólo para decirme que se arrepentía de todo. También me dijo que tu solo le gustaste al principio. Y que después ya no supo como dejarte. Me dijo que eras una pesada y se aburrió de ti con facilidad. Yo no fui la única con la que te puso los cuernos.- Ya me lo imaginaba pero oírselo decir a Samanta me escocía. Si había aburrido a Sergio podía aburrir también a Carlos. No podía imaginar que él también me engañara, me mintiera y manipulara igual. Perdí el color al momento. Darme cuenta de eso me afectó aún más.- Esto no te lo digo para hacerte daño sino para que sepas qué clase de persona es Sergio. Ahí no acabó la cosa. Me contó que con el tiempo te había cogido como manía y que por ello le gustaba amargarte y hacerte sentir mal. De ahí que nada de lo que te haya dicho sea verdad. Él solo quería que te enfadaras con Nayara y no le volvieras a hablar.

No sabía que decir. Tenía que pedirle disculpas a Nayara. Era una persona horrible por creer que una de mis mejores amigas podía haberme empujado para que me atropellaran.

-Sé que tienes razón. He sido una estúpida.- Samanta me miró y me pareció que se le humedecían los ojos.

-Todas lo hemos sido alguna vez.- La miré y ahora a mí también se me humedecieron. Ella lo decía porque me había fallado y ahora quería arreglarlo. La verdad es  que Samanta nunca había sido una mala amiga pero Sergio la había enamorado y usado. El muy capullo. Dios mejor no pensar más en el. Sergio iba a quedar olvidado esa misma noche.

Caminé hacia la sala otra vez. Nayara seguía hablando con Tamara pero ahora lo hacía muy bajito y parecía que se estaba secando lágrimas de los ojos. ¿Qué sería lo que abría pasado que no me lo quería contar?

-Nayara, puedo…

-Dime.

-Perdóname. Yo no quería que te sintieras mal. He sido una estúpida.- Miré a Nayara a los ojos y ahora ya no se estaba secando las lágrimas. No, no. Ahora es que le salían las lágrimas a montones y lo que me dijo a continuación me dejó alucinada.

-No, perdóname tú a mí porque yo debería de estar en tu lugar. -¿cómo que ella debería estar en mi lugar? No lo entendía.

-¿Por qué dices eso?

-Me salvaste ¿vale? Te debo la vida. Yo soy la que debía haber perdido la memoria. Yo soy la que debía haberme quedado una semana en coma. Es todo mi culpa.- Nayara estaba llorando desconsoladamente y yo no hice otra cosa que abrazarla. La abracé como si se fuera un largo tiempo de viaje. La abracé como si no lo pudiera volver a hacer. Me había dicho que le había salvado la vida pero todavía no entendía el cómo.

ADELANTO POR LOS COMENTARIOS DE LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS.

Nayara ya estaba más tranquila. Las chicas habían decidido que se iban a quedar a dormir. Yo había llamado a Carlos hace un momento para contárselo y él había decidido que hoy no vendría a dormir conmigo. Qué mierda, pero bueno, era por mis amigas y por enterarme de qué había sucedido.

Estábamos todas acostadas en mi cama. Habíamos cenado chino. Cortesía de Tamara que había pagado. Yo estaba en números rojos y debía solucionarlo cuanto antes. Nayara ya se había dormido entre hipos. La pobre lo había pasado horrible con mi accidente. Tamara y Samanta me había contado que nunca se separó de mí. Había estado cada noche de los 7 días que pasé en coma y cuando desperté no la había visto a ella la primera porque el enfermero, ósea Carlos, había entrado para hacerme el seguimiento. No pude pensar en nada más porque de pronto me sonó el móvil. La canción de “when i’m gone” sonó por toda la habitación. Las chicas ya estaban medias dormidas así que no quería que se despertara, ¿quién me estaría llamando al teléfono a estas horas de la noche?

-Sí, ¿quién es?- Al otro lado de mi móvil sonó una risa preciosa.

-¿Quién crees que soy?

1 comentario:

  1. No me lo puedo crer tengo que esperar a mañana para saber quien carajo llamó besitos peque

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