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martes, 1 de octubre de 2013

CAPÍTULO 29


Me había comido todo lo que Carlos me había hecho. La verdad era que al levantarme me había dado un hambre horrible. No pude hacer nada más porque en ese momento tocaron la puerta. Seguro que era Carlos. Corrí a abrir, no literalmente porque aunque tenía mejor la herida del pie no podía hacer cosas bruscas, quería ver a Carlos. Pero, desgraciadamente no era él. En su lugar apareció una mujer un poco enfadada.

-Hola Karina.- Karina era la mujer que cobraba el alquiler. Su enfado me demostraba que venía a buscar el de éste mes. ¿Qué le iba a decir?

-Hola Isabela.- Lo cierto es que Karina como casera era de lo peor pero cuando tenías todo bien pagadito era de lo mejor. Recuerdo haberme dejado una vez el fuego encendido y la llamé. Fue al momento. Claro que en verdad es su casa. Aunque la pague yo. Bueno. Ahora no la pago. ¿Me echaría? ¿Y qué iba a hacer? Oh dios. Que me diera tiempo para conseguir el dinero.

-¿Cómo estás?- Me estaba poniendo muy nerviosa. Después de lo que me había enterado sobre Nayara lo menos que me esperaba era algo así. ¿Cuándo iba a dejar de llevarme este tipo de sorpresitas?

-Yo no muy bien pero se ve que tu de maravilla. He venido porque se te ha olvidado pagarme éste mes y el anterior. Te dejé la carta ayer pero no he recibido el dinero.- La miré y desee poder contarle todo pero no era capaz. Me iba a echar porque no tenía dinero para pagarle.

-¡Ai dios! Se me había pasado por alto mujer. Hoy no puedo porque ya me ves la pierna la tengo mucho peor y no puedo salir de casa pero mañana iré a sacar el dinero y te lo doy. Puse una de mis mejores sonrisas y ella pareció tragárselo todo. ¡Toma ya! Pero se me fue la ilusión con la misma que me vino pues… ¿Cómo se lo iba a pagar MAÑANA?

-Oye y ¿Cuánto crees que tendrás la pierna así?- Pareció interesada de verdad. No me sorprendió. Karina era de las que siempre se preocupaba por los demás menos con temas de dinero. Ahí era mejor no hablarle mal.

-Bueno, al principio me dolía un montón pero ya ves me lo cura mi enfermero todos los días y la tengo mejor. Además él dice que está curando rápido.

-Uh… ¿Tu enfermero?- Me eché a reír. Había olvidado que a Karina le encantaban todas mis historias de romances. Ella siempre estaba atenta a cualquier nuevo ligue que me pudiera echar. A veces creía que si no fuera porque es mi casera podríamos ser amigas. No era tan vieja como parecía. Se veía clarísimamente que no tenía más de treinta años solo era que se había dejado de cuidar. Nunca la había visto con una coleta y siempre llevaba el pelo alborotado. Algún día la llevaría conmigo a una discoteca pero antes le haría un cambio de look. Así al menos le buscaría un novio y dejaría su problema con el dinero a un lado. Un momento, así a lo mejor podría hacerla olvidar que le debía dinero. No, no. Ni de coña. Era imposible. ¿Qué estaba pensando?

-Pues sí. Tengo que presentártelo.

-Oh, ¿en serio? Me gustaría mucho. -Dio un paso como para irse pero de pronto volvió a el mismo sitio y dijo algo que no me esperaba.

-Sé que no tienes dinero, pero me caes bien. Cuando lo consigas me lo das ¿Vale? No te preocupes.- La miré alucinada. Karina nunca, repito. NUNCA. Me había hablado con tanta sinceridad.

-Muchas gracias y perdóname. Encima con el accidente yo…

-No me tienes que dar explicaciones. Si necesitas algo estoy arriba.- Cierto, Karina vivía encima de mi piso.

.Otra vez mil gracias.- Karina se fue pero antes me sonrió y me llegó al corazón. Últimamente todo lo que me pasaba era malo pero esto y encontrar a Carlos habían sido lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.

Antes de cerrar la puerta oí unas risas. No les hice caso porque pensé que no venían para mi casa pero me equivocaba porque me tocaron la puerta. Nada más abrir la puerta me arrepentí. Era una de las personas a la que no tenía ganas de ver y menos en mi casa. Tamara, Samanta y por último Nayara entraban por la puerta. No sabía qué hacer. Cada una me dio un beso en la mejilla. Se me volvieron a humedecer los ojos cuando me lo dio Nayara. Ella no sabía que yo sabía todo. Pero ¿Debía decirle que ya lo sabía o debía esperar a que ella me lo contara?

-¡Hola preciosa! Estábamos preocupadas por ti.- Dijo Tamara.

-Sí, además tengo que contarte que Sergio vino a buscarme a mi casa otra vez.- Miré a Samanta que era la que hablaba en ese momento. ¿Sergio había ido a su casa también? ¿Para qué?

-¿Y eso?- fue lo único que dije. Ya que no le hacía todo el caso posible. Seguía con la pregunta de Nayara en mi cabeza. ¿Le decía que lo sabía todo o no?

- Pues mira te cuento.- Me arrastró hasta la sala y allí hizo que me sentara para comenzar a contarme su historia.

Estaba en mi casa hablando con mi madre y de pronto tocaron la puerta. Salí corriendo a abrir porque pensé que era mi padre pero no. Era él. Sergio.

-Hola Samanta.- yo lo miré sorprendida. Creía que después de decirle que no quería saber más nada de él me dejaría en paz.

- Hola Sergio ¿Qué quieres?

- No es lo que tú piensas. – Vale, como si él supiera lo que yo pensaba. La verdad, es que antes era una tonta y había mentido a Isabela por su culpa. NO me volvería a engañar.

-Pues venga, dímelo.- Sergio se sorprendió. No se esperaba que se lo dejara tan fácil pero ya me tenía cansada. Lo quería pero sabía que no era para mí.

-Sé que todo lo que te hice estuvo mal. Pero, aunque he sido un capullo quiero que sepas que te quise y voy a hacer de verdad lo que me pediste y te voy a dejar en paz. He jugado contigo y con Isabela y ahora me siento fatal. Te pido perdón. Sólo quería que lo supieras.- Se dio media vuelta para irse pero yo lo detuve. Me miró intensamente y a mí me dieron ganas de besarlo pero me dije que no. Podría estar volviendo a engañarme. El jodido lo hacía bien.

-Gracias.- Eso fue lo único que pude decirle. Me separé de él y volví a meterme en mi casa.

Isabela me estaba mirando impresionada. Cuando habíamos llegado estaba un pelín angustiada pero ahora no sé. Estaba rara.

-¡Está muy bien Samanta! Me parece muy bueno de Sergio darse cuenta de que se equivocó y encima haberte ido a  pedir disculpas.

-Sí, a mi también. Casi vuelvo a caer de tonta pero no lo hice.- La miré y parecía muy orgullosa de sí misma por haber podido aguantar delante de Sergio sin tirársele encima. Estaba muy orgullosa de ella. Pero, no tanto de Nayara.

-Nayara tengo que hablar contigo. ¿Te importa que vayamos a mi cuarto para así estar solas?- Nayara me miró extrañada pero ya era muy tarde. Había tomado una desición.

1 comentario:

  1. Uuuh que interesante a saber porque hizo lo que hizo.... Quiero saber mas! Capitulo mas largo mañana porfii :D

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