Aquí tienes todos los capítulos.

lunes, 30 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 28


Ninguno de los dos sabía qué decir. ¡Carlos tenía una cara! Y era normal. ¿Qué quería Sergio esta vez? ¿No era suficiente que le hubiera cerrado la puerta en la cara? Lo próximo sería llegar a las manos y me da que Carlos ahora mismo estaría dispuesto.

-Isabela tengo que hablar contigo. Sé que lo que hice…

-No quiero saber nada. ¿No lo entiendes?- Sergio me miró y su mirada era de tristeza pero ya sabía yo muy bien cómo sabía fingir. Me había engañado a mí y también a Samanta. Ya era suficiente. No tenía porqué aguantarlo más así que me puse delante de Carlos y le fui a cerrar la puerta pero entonces me dijo algo que parecía importante.

-Sé cosas que todavía no has recordado. –Miré a Carlos que lo tenía detrás y me puso los ojos en blanco. ¿Debía volver a confiar en lo que me contara Sergio o debía cerrar la puerta por completo?

-Sé que no confías en mí pero esto es importante.- No sabía qué hacer pero Carlos sí. No me lo esperaba pero abrió la puerta. Yo lo miré boquiabierta.  Le caía fatal  Sergio y aún así por mí iba a soportarlo. Para que yo pudiera recordar. Era el mejor del mundo. Después deberíamos acabar lo que empezamos me dije.

-Habla. –Dijo Carlos. Eso no pareció gustarle a Sergio porque enseguida contestó. Cosa que me enfadó.

- Tú no me mandes. Lo que me faltaba ahora. Es con ella con la que quiero hablar. Tú no me caes especialmente bien Carlos.- Ese último “Carlos” lo había dicho con todo el asco del mundo. ¿Se podía ser tan cerdo? Asco  me daba él. PUAG.

-Tú eres él menos indicado para hablar ahora mismo y fue “Carlos”- Lo dije como él- el que abrió la puerta. Y por el te voy a escuchar así que no te pases.- Mi pequeña riña pareció sorprender a Sergio que ahora estaba más callado que nunca. Carlos ahora tenía cara de aguantar la risa. Yo también.

-Pues Isabela… No sé por dónde empezar…

-Pues por donde quieras pero no tengo todo el día. De todas formas no creo que tarde mucho en recordar lo que me vas a decir así que…

-Esto no creo que lo recuerdes.- Ahora la que se había quedado callada era yo. ¿Qué carajos quería este tipo?

-Sé quién tuvo la culpa de que te atropellara un coche a la salida de clase. Y no te va a gustar.- Mi cara pasó de inmune a sus tonterías a sorprendida por lo que acababa de decir.

-Nadie tuvo la culpa Sergio. Yo no miraba cuando crucé.

-¿Eso quién te lo contó exactamente?- Lo cierto es que nadie me lo había contado. Yo me lo había imaginado. ¿Me habían atropellado por culpa de quién? ¿De quién?

-Lo cierto es que fue por culpa de Nayara.- ¡¿Nayara?! ¿Pero de qué estaba hablando? Es imposible. Aunque pensándolo bien… Nayara me dijo que me tenía que contar algo y que puede que la odiara por ello. Lo que todavía no entendía es porqué era su culpa.

-¿Por qué de Nayara?

-Porque ella te empujó.- ¡¡ ¿Qué?!! Eso era imposible. Nayara nunca haría nada así. ¿O sí? Dios, no me lo podía creer. Me dio un pequeño mareo y me fallaron las rodillas. Gracias a que Carlos me sujetó. Él parecía no inmutarse. ¿De verdad Nayara abría hecho algo así? Era horrible. Sergio pareció venir a ayudarme pero la mirada que le echó Carlos lo dejó en su sitio otra vez.

-Siento tener que decírtelo yo pero tenías que saberlo.

-Gracias. –Fue lo último que dije. Me metí en mi piso con Carlos detrás y ni si quiera le dije adiós. Sergio solo me traía pena y tristezas. Estaba hecha polvo. No quería saber nada de nadie solo quería volver a mi cama y llorar todo el día por haber perdido mis recuerdos y encima por culpa de Nayara. ¡Encima ella tenía que tener su tiempo para contármelo! ¿Qué se sentía culpable? ¿Pero a quién se le ocurre empujarme?

-Isabela, ¿Cómo estás?- Carlos me miró y me abrazó. Desde el momento que tocó mi mejilla contra su hombro no hubo nadie que me pudiera parar. Comencé a llorar no solo por lo que acababa de descubrir. Lloraba porque no me llevaba con mis padres, porque mis amigas no eran lo que parecían ser, porque no se podía confiar en nadie aunque se creyera que sí, porque la gente escondía muchos secretos, porque había personas horribles como Sergio que solo buscaban la desgracia de los demás, porque no recordaba porqué Ángel me había dejado sola. En resumen, lloraba por lo injusta que era la vida.

Carlos me había llevado a mi cuarto y se había acostado conmigo sin decir nada. Lo único que si había dicho antes de que me durmiera había sido.

-Yo no me lo creo, Isabela.

Después de ahí tuve otra pesadilla pero ésta fue peor que la de la noche. Estaba en el instituto. Pero era el de Madrid. Al que iba cuando vivía allí. Todo el mundo estaba contento. Acababan de salir de clases. De pronto me vi a mí. Estaba caminado sin mirar la carretera. Llevaba los cascos puestos y la música a todo volumen. Me molestaba escucharla. Era horrible. Nadie me hacía caso. Alguien se despidió de mí y lo saludé con la mano. Volvía a mirar el móvil y me reí de la conversación que me había puesto Valentina. Una amiga que tenía desde ese año. No era muy sociable. Entonces crucé la calle y todo ocurrió muy rápido. La música seguía sonando mientras alguien me apartaba de la carretera y era arrollado por un coche. La velocidad del coche no era la apropiada para la salida de un colegio pero eso no era lo peor. Yo me había salvado del impacto pero la persona que me había salvado estaba tumbada en el suelo con un golpe en la cabeza muy feo. Me acerqué a él y de la impotencia me puse a llorar. Había sido culpa mía. Aunque lo tenía abrazado no conseguía verle la cara. La tenía borrosa. Así que intenté que se me aclarara la vista para poder verlo o verla. Entonces me vi a mí. Estaba abrazada a una yo totalmente igual solo que esta me dijo.

-Es culpa tuya.

La miré con el corazón partido en dos. Sabía que era culpa mía. Saqué corriendo el teléfono y llamé a la ambulancia pero ya era demasiado tarde. Me había muerto. Y al morirme vi a Nayara que se reía de mí.

Me levanté asustada y sudando. No podía descansar ni durmiendo. Eran las cinco de la tarde por el reloj que tenía en la mesilla de noche. Había dormido un montón y seguía cansada. Seguramente por las pesadillas. Me levanté de la cama y me puse las babuchas. Fui al baño y me lavé la cara a la vez que me mojé el cuello para refrescarme. Salí porque me pareció raro que Carlos no estuviera en el cuarto. Lo busqué en la cocina y en la sala pero nada. Entonces miré la pared de fotos y ahí estaba. Ángel. Necesitaba recordar dónde estaba para ir a buscarlo. Ir a verlo para que no se volviera a separar de mí. Lo echaba de menos. Muchísimo y de solo pensar en él se me encogía el corazón.

Volví a echar un vistazo en la casa pero no había rastro de Carlos. Pasé por el pasillo que daba para mi cuarto pero entonces me di cuenta de que en la puerta había una nota pegada y al lado una carta. Primero miré la nota en la que decía.

   Buenos días bella durmiente. Si te despiertas antes de que vuelva de mi casa, que sepas, que tienes la comida en la nevera. La hice al medio día por si despertabas.

                                Besos.   

                                                      Carlos.

Me reí yo sola. Vivir con un hombre como Carlos era lo mejor que te podía pasar. Era un lujo. Siempre estaba pensando en todo lo que podías necesitar. En como sorprenderte. Dios, era maravilloso. Me gustaba muchísimo y cada día él solo hacía que me gustara más.
Ahora me fijé en la carta que había al lado. ¿Qué sería? La abrí con un poco de dificultad pero entonces descubrí su contenido. ¡Debía el alquiler de un mes! ¡Y me tocaba pagar el segundo! ¿Cómo podía haberme despistado de pagar el alquiler? Aunque pensándolo bien. Si estuve una semana en el hospital y otra que voy a hacer ahora ya van dos. Esto no era un despiste. ¿A caso no tenía dinero para pagarme el alquiler? ¿Qué había pasado con mi trabajo sirviendo copas? Ai mi cabeza. Pensándolo mejor. ¿Cómo le decía a Carlos que debía tanto dinero? Qué vergüenza. Mejor que no lo supiera

1 comentario:

Gracias por dejar tu comentario.<33