Ninguno de los dos sabía qué decir. ¡Carlos tenía una cara!
Y era normal. ¿Qué quería Sergio esta vez? ¿No era suficiente que le hubiera
cerrado la puerta en la cara? Lo próximo sería llegar a las manos y me da que
Carlos ahora mismo estaría dispuesto.
-Isabela tengo que hablar contigo. Sé que lo que hice…
-No quiero saber nada. ¿No lo entiendes?- Sergio me miró y
su mirada era de tristeza pero ya sabía yo muy bien cómo sabía fingir. Me había
engañado a mí y también a Samanta. Ya era suficiente. No tenía porqué
aguantarlo más así que me puse delante de Carlos y le fui a cerrar la puerta
pero entonces me dijo algo que parecía importante.
-Sé cosas que todavía no has recordado. –Miré a Carlos que
lo tenía detrás y me puso los ojos en blanco. ¿Debía volver a confiar en lo que
me contara Sergio o debía cerrar la puerta por completo?
-Sé que no confías en mí pero esto es importante.- No sabía
qué hacer pero Carlos sí. No me lo esperaba pero abrió la puerta. Yo lo miré
boquiabierta. Le caía fatal Sergio y aún así por mí iba a soportarlo.
Para que yo pudiera recordar. Era el mejor del mundo. Después deberíamos acabar
lo que empezamos me dije.
-Habla. –Dijo Carlos. Eso no pareció gustarle a Sergio
porque enseguida contestó. Cosa que me enfadó.
- Tú no me mandes. Lo que me faltaba ahora. Es con ella con
la que quiero hablar. Tú no me caes especialmente bien Carlos.- Ese último “Carlos”
lo había dicho con todo el asco del mundo. ¿Se podía ser tan cerdo? Asco me daba él. PUAG.
-Tú eres él menos indicado para hablar ahora mismo y fue “Carlos”-
Lo dije como él- el que abrió la puerta. Y por el te voy a escuchar así que no
te pases.- Mi pequeña riña pareció sorprender a Sergio que ahora estaba más
callado que nunca. Carlos ahora tenía cara de aguantar la risa. Yo también.
-Pues Isabela… No sé por dónde empezar…
-Pues por donde quieras pero no tengo todo el día. De todas
formas no creo que tarde mucho en recordar lo que me vas a decir así que…
-Esto no creo que lo recuerdes.- Ahora la que se había
quedado callada era yo. ¿Qué carajos quería este tipo?
-Sé quién tuvo la culpa de que te atropellara un coche a la
salida de clase. Y no te va a gustar.- Mi cara pasó de inmune a sus tonterías a
sorprendida por lo que acababa de decir.
-Nadie tuvo la culpa Sergio. Yo no miraba cuando crucé.
-¿Eso quién te lo contó exactamente?- Lo cierto es que nadie
me lo había contado. Yo me lo había imaginado. ¿Me habían atropellado por culpa
de quién? ¿De quién?
-Lo cierto es que fue por culpa de Nayara.- ¡¿Nayara?! ¿Pero
de qué estaba hablando? Es imposible. Aunque pensándolo bien… Nayara me dijo
que me tenía que contar algo y que puede que la odiara por ello. Lo que todavía
no entendía es porqué era su culpa.
-¿Por qué de Nayara?
-Porque ella te empujó.- ¡¡ ¿Qué?!! Eso era imposible.
Nayara nunca haría nada así. ¿O sí? Dios, no me lo podía creer. Me dio un
pequeño mareo y me fallaron las rodillas. Gracias a que Carlos me sujetó. Él
parecía no inmutarse. ¿De verdad Nayara abría hecho algo así? Era horrible.
Sergio pareció venir a ayudarme pero la mirada que le echó Carlos lo dejó en su
sitio otra vez.
-Siento tener que decírtelo yo pero tenías que saberlo.
-Gracias. –Fue lo último que dije. Me metí en mi piso con
Carlos detrás y ni si quiera le dije adiós. Sergio solo me traía pena y
tristezas. Estaba hecha polvo. No quería saber nada de nadie solo quería volver
a mi cama y llorar todo el día por haber perdido mis recuerdos y encima por
culpa de Nayara. ¡Encima ella tenía que tener su tiempo para contármelo! ¿Qué se
sentía culpable? ¿Pero a quién se le ocurre empujarme?
-Isabela, ¿Cómo estás?- Carlos me miró y me abrazó. Desde el
momento que tocó mi mejilla contra su hombro no hubo nadie que me pudiera parar.
Comencé a llorar no solo por lo que acababa de descubrir. Lloraba porque no me
llevaba con mis padres, porque mis amigas no eran lo que parecían ser, porque
no se podía confiar en nadie aunque se creyera que sí, porque la gente escondía
muchos secretos, porque había personas horribles como Sergio que solo buscaban
la desgracia de los demás, porque no recordaba porqué Ángel me había dejado
sola. En resumen, lloraba por lo injusta que era la vida.
Carlos me había llevado a mi cuarto y se había acostado
conmigo sin decir nada. Lo único que si había dicho antes de que me durmiera
había sido.
-Yo no me lo creo, Isabela.
Después de ahí tuve otra pesadilla pero ésta fue peor que la
de la noche. Estaba en el instituto. Pero era el de Madrid. Al que iba cuando
vivía allí. Todo el mundo estaba contento. Acababan de salir de clases. De
pronto me vi a mí. Estaba caminado sin mirar la carretera. Llevaba los cascos
puestos y la música a todo volumen. Me molestaba escucharla. Era horrible. Nadie
me hacía caso. Alguien se despidió de mí y lo saludé con la mano. Volvía a
mirar el móvil y me reí de la conversación que me había puesto Valentina. Una
amiga que tenía desde ese año. No era muy sociable. Entonces crucé la calle y
todo ocurrió muy rápido. La música seguía sonando mientras alguien me apartaba
de la carretera y era arrollado por un coche. La velocidad del coche no era la
apropiada para la salida de un colegio pero eso no era lo peor. Yo me había
salvado del impacto pero la persona que me había salvado estaba tumbada en el
suelo con un golpe en la cabeza muy feo. Me acerqué a él y de la impotencia me
puse a llorar. Había sido culpa mía. Aunque lo tenía abrazado no conseguía
verle la cara. La tenía borrosa. Así que intenté que se me aclarara la vista
para poder verlo o verla. Entonces me vi a mí. Estaba abrazada a una yo
totalmente igual solo que esta me dijo.
-Es culpa tuya.
La miré con el corazón partido en dos. Sabía que era culpa
mía. Saqué corriendo el teléfono y llamé a la ambulancia pero ya era demasiado
tarde. Me había muerto. Y al morirme vi a Nayara que se reía de mí.
Me levanté asustada y sudando. No podía descansar ni
durmiendo. Eran las cinco de la tarde por el reloj que tenía en la mesilla de
noche. Había dormido un montón y seguía cansada. Seguramente por las
pesadillas. Me levanté de la cama y me puse las babuchas. Fui al baño y me lavé
la cara a la vez que me mojé el cuello para refrescarme. Salí porque me pareció
raro que Carlos no estuviera en el cuarto. Lo busqué en la cocina y en la sala
pero nada. Entonces miré la pared de fotos y ahí estaba. Ángel. Necesitaba
recordar dónde estaba para ir a buscarlo. Ir a verlo para que no se volviera a
separar de mí. Lo echaba de menos. Muchísimo y de solo pensar en él se me
encogía el corazón.
Volví a echar un vistazo en la casa pero no había rastro de
Carlos. Pasé por el pasillo que daba para mi cuarto pero entonces me di cuenta
de que en la puerta había una nota pegada y al lado una carta. Primero miré la
nota en la que decía.
Buenos días bella durmiente. Si te
despiertas antes de que vuelva de mi casa, que sepas, que tienes la comida en la
nevera. La hice al medio día por si despertabas.
Besos.
Carlos.
Me reí yo sola. Vivir con un hombre como Carlos era lo mejor
que te podía pasar. Era un lujo. Siempre estaba pensando en todo lo que podías
necesitar. En como sorprenderte. Dios, era maravilloso. Me gustaba muchísimo y
cada día él solo hacía que me gustara más.
Ahora me
fijé en la carta que había al lado. ¿Qué sería? La abrí con un poco de
dificultad pero entonces descubrí su contenido. ¡Debía el alquiler de un mes!
¡Y me tocaba pagar el segundo! ¿Cómo podía haberme despistado de pagar el
alquiler? Aunque pensándolo bien. Si estuve una semana en el hospital y otra
que voy a hacer ahora ya van dos. Esto no era un despiste. ¿A caso no tenía
dinero para pagarme el alquiler? ¿Qué había pasado con mi trabajo sirviendo
copas? Ai mi cabeza. Pensándolo mejor. ¿Cómo le decía a Carlos que debía tanto
dinero? Qué vergüenza. Mejor que no lo supiera
Me encanta Isabel. Felicidades
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