Ring .Ring. Ring. Abrí los ojos y me encontré abrazada a
algo. Pensé que era Carlos que al final se había quedado a dormir pero era mi
almohada. Qué desilusión. Iba a seguir durmiendo. Total las chicas seguirían en
el salón y si me levantaba las despertaría.
Entonces volvió a sonar el maldito timbre, cada vez que sonaba me daba
un dolor de cabeza enorme. Salté de la cama y un dolor agudo me recordó que no
podía estar haciendo esas cosas. La pierna me dolía una barbaridad. Caminé
hacia la puerta como pude y por el camino vi a las chicas durmiendo en los
sillones. ¿Quién sería tan temprano?
Abrí la puerta y me lo encontré a él. Sergio. Llevaba puesto
unos pantalones cortos medio vaqueros pero blancos. No le quedaban mal. Y una
camisa verde. Tenía el pelo rubio de lado y una sonrisa encantadora en los
labios. No me había dado cuenta hasta ahora pero era muy guapo.
-Hola, he venido a traerte el desayuno. Pensé que así me
dirías como te encuentras esta mañana.- Lo dejé pasar y le quité la bolsa que
traía en las manos. ¡Churros! No me lo podía creer eran churros. Tenía un
hambre increíble y amaba los churros.
En ese momento me quedé parada. En mi cabeza sonaban risas.
Un chico. El de la foto me estaba trayendo churros a mi casa y yo lo abrazaba.
Lo quería muchísimo. Pero mi casa no era mi casa, es decir, era la casa de mis
padres. En Madrid. ¿De qué lo conocería? ¿Acaso mis padres sabían quién era él?
¿Y Sergio? Era mi “novio”. Debería de saber algo ¿No?
-Sergio, ¿tú conoces a este chico?- Lo arrastré hacia la
pared de fotos y se la enseñe.
-No. ¿Quién es
Isabela?- Buena pregunta. ¿Es tonto? Si se lo acabo de preguntar yo
ahora mismo. La duda de quién era ese precioso chico seguía sin respuesta.
Tenía que averiguar como fuera quién era.
Fui a la cocina y
preparé chocolate para todos en un momento. Sergio no fue igual que Carlos. Él
no me ofreció ayuda en ningún momento, es más, se sentó y miró como lo hacía.
Me sentía decepcionada. Carlos que me conocía desde hace sólo una semana estaba
ayudándome en todo. Y él, que era mi “novio” desde no sé cuándo ¿No me ayudaba
en nada? Me quedé callada haciéndolo todo hasta que no aguanté más y le dije.
-A la pregunta de que me hiciste cuando llegaste me
encuentro perfectamente. Lo único es que no recuerdo cosas. Pero poco a poco
estoy recordando. Anoche por ejemplo me acordé de cuando empecé la secundaria.
Es más de lo que recordaba por la mañana.
-¿Ósea que vas a recordar? Yo pensé que los habías perdido
completamente.- Su cara era de sorpresa y
¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿En qué estaría pensado? ¿Acaso quería que no
recordara algo?
-Claro que voy a recordar. De aquí a siete días voy a
recordarlo todo. ¿Acaso no te lo dijeron en el hospital?
-Pues no. Qué bien. Me alegro así te acordarás de mí.- No sé
porqué pero su cara no era de completa felicidad como era de esperar. Qué
extraño.
-¿Hay algo que no quieres que recuerde Sergio?- Me paré y lo
mire directamente a los ojos.
- ¿Yo? Claro que no. Quiero que recuerdes.- Eso dijo él.
Pero su mirada no decía lo mismo. Me estaba escondiendo algo.
No volvimos a hablar. En cuanto el chocolate estuvo hecho
las chicas se tiraron a la mesa para servirse y comer churros. Hablaron de lo
que harían hoy. Nos íbamos de compras. Me encantan las compras. En ese momento
recordé algo. Anoche había soñado con el chico de la foto. Y me había dicho
algo repetidamente pero no podía recordar el qué era. Era importante. Tenía que
recordarlo pero no podía. Qué frustrante.
Me comencé a vestir. Mi ropa por lo que se ve había cambiado
mucho en estos dos años. Si mi madre me viera estaría orgullosa. ¿Mi madre?
¿Por qué no les hablaría a mis padres? Era todo tan confuso. Debería de
llamarlos para que me lo explicaran. Cuando viniera de las compras lo haría.
También tendría que preguntarles por el chico de la foto. ¿Quién sería? Esa
duda es la primera que tenía que resolver. Lo demás no importaba.
Ring. Ring. Ring. Pero que odioso timbre. Tendría que
cambiarlo también. Tendría que hacer una lista con todo lo que quería cambiar.
¡O mejor! Lo que quería descubrir.
Ring. Ring.
-¡Ya voy!- Llegué a la puerta media cojeando. La herida me
estaba trayendo problemas. Abrí y ahí estaba él.
-¡Hola! ¿Cómo estás? Vaya que guapa.- Se me cortó la
respiración. Él sí que estaba guapo. Llevaba un vaquero corto con una camisa
verde de rayitas verde flojas y unos mocasines beige. Guapo era poco.
-Tú sí que estas guapo. Pasa voy a terminar de vestirme.-
Caminé hasta mi cuarto y me paró.
-Antes de que te vistas tengo que curarte la herida. Para
eso he venido.- Me sentí culpable. Yo quería que estuviera aquí simplemente
para verme pero él solo me estaba haciendo un favor. Que rápido lo olvidé.
-Claro. Lo siento no me acordaba. Vamos para que me cures en
mi habitación que tienes allí el botiquín.- Me miró y su mirada ya no era igual
que antes. No era igual que la noche anterior. Y lo que me dijo me sorprendió.
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