-A mi también.- Se hizo el silencio entre los dos. Él se
volvió a girar y me dio la espalda. Me puse el pijama lo más rápido que pude y
lo avisé dándole dos toques en el hombro. Se giró y me dedicó una de sus
maravillosas sonrisas. No quería recuperar la memoria nunca. Quería estar con
él y no acordarme de Sergio. Aunque pensándolo bien eso sonaba muy cruel. Por
la conversación que habíamos tenido antes de que se fuera parecía sincero. Se
le notaba preocupado. A lo mejor debería de darle una oportunidad. Ya me lo
pensaría.
Carlos me miró la pierna. Me hizo sentarme en la cama y sacó
un maletín de la mesilla de noche. Lo había traído del hospital y lo había
dejado ahí nada más llegar. Lo abrió y saco gasas, tijera, de todo. Yo no sabía
para qué eran la mitad de las cosas. Así que mientras me curaba miraba sus
facciones. Sus labios. Era tan guapo.
Cuando termino me miró y yo me sonrojé. La verdad es que Isa
por el camino había pensado hacerle muchas cosas. Cosas que no diré.
Me acosté en la cama y él se sentó. Miró como me acurrucaba
para poder dormir bien. Tengo la costumbre de abrazar a una almohada desde
pequeña. Siempre lo hacía imitando a… ¿A quién imitaba? Bueno, no me acuerdo de
a quién pero se me pegó la manía.
-Duerme bien ¿Vale? Yo vendré otra vez mañana. Lo cierto es
que vivimos a dos calles y nunca nos habíamos visto. En fin. Casualidades me
imagino. Lo bueno es que podré ir y venir en un momento si me necesitas.- No lo
veía porque había apagado la luz. Pero su voz me delataba que lo decía de una
forma triste. Siempre que lo necesitara. Esa frase me sonaba pero no podía
recordar de qué y tampoco tenía ganas. En vez de eso miré a Carlos y le dije.
-No sé si podré dormir bien, te iba a preguntar si te podías
quedar a dormir pero te parecerá muy raro. Es que, para serte sincera eres en
la única persona en la que confío en estos momentos y me gustaría no quedarme
sola. Aunque técnicamente no esté sola porque están las chicas fuera pero…
- Lo entiendo. Pero no me puedo quedar. Aún así déjame un
hueco.- Me quedé rígida pero al momento mi cuerpo reaccionó dejándole un hueco
de la cama. Como era lógico tuve que darle la almohada que minutos antes estuve
abrazando. Vaya faena. Sin abrazar algo no podía dormir.
Nos quedamos callados largo rato. Hasta que Carlos me miró y
me preguntó.
-¿No has recordado nada aún?- Su voz me dio a entender que
estaba preocupado por ello así que me armé de valor y le conté lo que me andaba
rondando por la cabeza desde que me había despertado en el hospital esa misma
mañana.
-Sí. Recuerdo que empecé la secundaría y mi primer día fue
un desastre. Recuerdo a ver visto a las chicas pero no éramos amigas aún. Mis
recuerdos son un poco borrosos todavía pero a veces me vienen flases y siento
cosas. No sé explicártelo pero creo que estoy intentando no recordar algo que
me hizo mucho daño.
Carlos no hablaba pero disimuladamente durante mí charla
había empezado a hacerme cosquillitas en el brazo que me quedaba por fuera de
la manta. Pasaba su mano de arriba abajo y yo cada vez hablaba más bajito. Me
estaba quedando completamente dormida. Pero entonces se me ocurrió una cosa.
-Oye, Carlos, yo te he contado muchísimas cosas de mí pero
no sé nada de ti. La única información de la que dispongo es que te llamas
Carlos con apellidos desconocidos y que eres enfermero.- Para mí misma y para
Isa pensé: Un muy buen enfermero.
-Pues a ver por dónde empiezo. Me llamo Carlos. Ups, que eso
ya lo sabías.- De repente se echo a reír de una forma que me enamoró
completamente. A la misma vez un sentimiento de culpa por Sergio y mi promesa
de pasar tiempo con él me agrietó un poquito el corazón.
- Venga ya, no seas así. Cuéntame algo nuevo.- Intenté
parecer enfadada pero me contagió la risa hasta que comenzó a hablar de nuevo y
me dejó alucinada.
-Me llamo Carlos González González. Conseguí licenciarme a
la primera y obtener el título de enfermería. Desde entonces trabajo en el
hospital donde te conocí. Hace una semana. Y ya no soy el mismo.- ¿Qué quería
decir con que no era el mismo? ¿Acaso yo lo había cambiado en algo? Todo se me
estaba volviendo muy confuso. Y él seguía haciéndome mimos. ¡Me iba a dormir y
no quería!
-Isabela. Creo que te estás durmiendo. Y antes de que lo hagas
quería darte las gracias.
¿Las gracias por qué? Pensé, pero ya había sido muy tarde.
Había caído rendida. Por su culpa.
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