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jueves, 26 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 26


Mi sueño comenzó cuando yo tenía dieciséis años. Se escuchaba un llanto. ¿De quién era? Era un llanto horrible. No paraba. A este llanto se le unió otro. Ahora no se callaba ninguno de los dos. Era insoportable. Salí de mi cuarto. En Madrid. Y me encontré con un pasillo enorme. Gracias que ahora, mi casa, era un pisito pequeño. Empecé a caminar y la primera puerta era el cuarto de mi hermano, Ángel. No había nadie. Seguí caminando para saber de donde procedía el llanto. La siguiente puerta era el cuarto de mis padres. Me paré. ¿Entraba o no entraba? El llanto era de ahí así que no lo pensé más y entré. Nada más entrar sentí algo extraño. Una gran tristeza. Aún así seguí caminando y entonces los vi. Mis padres estaban tirados en la cama y el llanto parecía proceder de ellos. Me acerqué más y justo cuando iba a tocar a mi madre en el hombro para ver qué le pasaba ella sola se giró. Me quedé impactada. Mi madre estaba llorando sangre y tenía todos los ojos rojos. Era una visión espantosa. A eso se unió mi padre que estaba totalmente igual. Él me miró con odio y lo que me dijo me causó un gran dolor en el pecho: “La culpa es tuya.” Comencé a llorar sin saber el porqué pero me dolían sus palabras. Intenté recular para salir de la habitación pero ahora mi padre estaba de pie y me tenía cogida por los hombros. Me zarandeó mientras decía: “Tenías que haber sido tu Isabela. ¡Todo es culpa tuya!”. Me intenté zafar de él pero cada vez me agarraba más fuerte y tenía los ojos tan horribles que me daban más ganas de llorar. Hasta que por fin, desperté.

Ahora quien me zarandeaba era Carlos. Yo seguía llorando pero esta vez me calmé. Me abracé a él largo rato. No quería soltarle. Mis dudas sobre qué quería decirme mi sueño me llevaba a conclusiones muy feas. No quería contárselo a Carlos así que no lo mencioné. Él tampoco lo hizo.

-¿Y las chicas?

-Se fueron un rato después de que te durmieras. Están muy preocupadas por ti. Mañana deberías llamarlas.- Tenía razón.

-¿Qué hora es?

-Ahora mismo son las tres de la madrugada. Me has dado un susto enorme. Llorabas y decías que no era tu culpa. Y pedías perdón.- Qué raro. No me acordaba de haberles pedido a mis padres perdón el sueño.

-Ha sido una pesadilla horrible.

-Me lo imagino.- Carlos suspiró y yo me apoyé en su hombro. Se había quedado a dormir conmigo otra vez. Era un amor de hombre. Nunca tendría como agradecerle todo lo que hacía por mí si pedir nada a cambio.

-Isabela.

-¿Sí?

-Gracias.- Un momento. Siempre me daba las gracias antes de acostarse a dormir y no sabía por qué lo hacía. Era mi momento. Se lo iba a preguntar. Isa pensaba que mejor era hacer otras cosas. En fin. Lo que diga ella es como si no fuera escuchado.

-Carlos.

-¿Sí?- Me reí.

-¿Por qué siempre antes de dormirme me das las gracias?

-Porque te estoy agradecido.- Se quedó callado. ¡Como si eso fuera una buena explicación! Increíble.

-Necesito el verdadero motivo y lo sabes.- Esta vez el que se rió por lo bajo fue Carlos. Tenía una risa encantadora. Solo de escucharla ya me la podía imaginar.

-Pues, te lo explico entonces. Cuando Lucía me abandonó…- ¡OH NO! ¿Era por Lucía? Eso sí que no me lo imaginaba.-… me prometí que cuando volviera a sentir cosas por una mujer le daría las gracias.

-¿Pero por qué das las gracias?

-Por devolverme la sonrisa. Por hacerme feliz con solamente su presencia.- ¿De verdad lo decía por mí? No me lo podía creer. Me estaba consumiendo un fuego abrazador que cada vez crecía más y no sabía cómo pararlo. Lo abracé más fuerte y el tuvo que darse cuenta porque también se pegó más a mí.

-Pues gracias a ti también Carlos.

-¿Por qué?

-Porque tú has hecho exactamente lo mismo conmigo. —Carlos comenzó a acariciarme el pelo como tanto me gustaba. De vez en cuando me rozaba con los dedos en la cara. Era tentador para dormir pero yo no quería dormirme sin antes…

Me acerqué su rostro. Con la oscuridad de la noche no se podía apreciar bien pero poco a poco y gracias a la luna que traspasaba la ventana encontré sus labios. Al principio le di solo un piquito pero Carlos no quería un piquito de buenas noches. No, no. El quería un besazo. Primero me mordió el labio y me lo succionó. Me encantaba ese movimiento. Yo también ataqué y le pasé mi lengua por los labios. Eso no le gustó porque sin darme cuenta ya estaba saqueando mi boca y con una furia bestial. Me gustaba mucho. Yo lo dejé y cuando ya quería que pasara más que un simple beso Carlos se paró.

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