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sábado, 21 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 23

-Pues no. No nos lo habías dicho. ¿Te parece bonito?- Tamara nos miró como si fuéramos tontas y después respondió.

-Pues sí. No sabía si era algo serio.- La miramos embobadas. Tamara nunca había tenido nada que no fuera serio. Que supiéramos claro esta.

-Al parecer lo es.-Dije yo. Carlos nos miraba sin decir nada.
-¡Pero cuéntanoslo todo!- soltó Samanta.

-¡Si venga!-Dijo Nayara.

-Qué pesadas. A ver, empiezo.- Todas sonreímos de oreja a oreja cuando decidió que nos lo iba a contar. Pero ninguna pensó que lo que les iba a contar iba a ser tan alucinante.

-Hace dos semanas, vi a un chico en la guagua pero ese chico estaba tapado con una capucha. Me pareció muy extraño y tenía curiosidad por verle la cara. Llegó su parada y se bajó. Al bajarse se pegó mucho a mí ,que estaba en la puerta apoyada ya que no había espacio, y sin yo darme cuenta me metió un papel con su número de teléfono y un "llámame guapa" en mi chaqueta. La nota la encontré dos días después cuando casi meto la chaqueta en la lavadora. Cuando la leí no me imaginé que fuera el chico de la guagua pero yo como soy tan lanzada lo llamé. Cuando me cogió el teléfono fue muy gracioso.

-¡Hola! Acabo de encontrar tu nota en mi chaqueta. Eres un mentiroso.

-¿Un mentiroso porqué?-Al lado del teléfono noté como sonreía.

-Porque no me considero guapa, es más, desde pequeña los niños se reían de mi diciéndome que era fea.-Recordar aquello me hizo sacar una sonrisa. Me había cogido cada berrinche con aquello. Mis padres no sabían ni que decirme. Para mi madre yo era la más guapa.

-¿Y si te digo que para mí eres la chica más guapa que he visto?-Me quedé callada. Aquel chico lo único que quería era tirarme los tejos. Y encima lo estaba haciendo de maravilla. ¿Quién sería?

-Pues no te creería. Tal vez si me lo dices a la cara... - El individuo hasta ahora desconocido suspiró y no dijo nada. ¿No quería quedar conmigo? ¿Y para qué me había dado su teléfono?

-No suelo quedar con cualquier chica. - No me esperaba esa respuesta así que dije lo primero que se me vino a la cabeza.

-No soy cualquier chica. Tu mismo lo has dicho. Soy la chica más guapa que has visto.- Al otro lado del teléfono se notó como reía.

-Tienes razón. ¿Cuando nos vemos?

Mientras Tamara contaba aquella conversación se notaba como se le iluminaban los ojos. Parecía muy contenta y eso nos ponía contentas a las demás.

-¡Ala! Que guay. ¿Y qué más pasó?- Esa era Nayara que al igual que las demás nos habíamos quedado con más intriga. ¿Qué habría pasado cuando se vieron las caras por primera vez? Bueno, él tenía una ventaja, ya la visto pero ella a él no.

-Sí, cuenta más no seas así.- Dijo Samanta.

-Pues, quedamos en el “Parque García Sanabria”.-Continuó Tamara.- Justamente en el Reloj. Yo llegué tarde, como de costumbre, y pensé que él ya no estaría. Lo busqué con la mirada pero nada, no lo encontré. Decidida a que se había ido caminé para volver a mi casa pero entonces…

-¿Entonces qué?- Dije desesperada.

-Entonces, lo vi. Estaba en un banco sentado. Con la misma capucha que en la guagua. Me acerqué a él. Como ni siquiera levantó la cabeza para poder verla la cara me senté a su lado y no me esperé lo que me dijo a continuación.

-Llegas tarde. - ¿Eso era a mí? Osea, ni siquiera levanta la cara y me trata de ese modo. ¡Ni un hola!

-Yo también me alegro de verte.- Contesté un poco molesta. Él no sabía porqué siempre llegaba tarde a los sitios.

-Me alegro. ¿Qué tal si paseamos un rato?- ¿Pasear un rato son saber su nombre ni ver su cara? Ni de coña.

-¿Qué tal si nos presentamos?- Lo miré para ver si podía ver su cara pero me fue imposible.

-Ya nos conocemos. –Lo dijo tan seguro que me dio pánico. Yo no lo conocía. ¿O sí?
Quería verle la cara.


-Pues no te recuerdo. Tal vez si me dices tu nombre y me dejas verte la cara. – Sin darme cuenta ya se había quitado la capucha. ¡No me lo podía creer! Pero si era…¡Cuánto había cambiado! Ahora estaba muy…

-¿Ya sabes quién soy?- Me miró con una sonrisa de lado. Claro que sabía quién era.

-¿Cómo no voy a saber quién eres? Eres Cristian y en preescolar me decías que era fea. Y por tu culpa todos los niños empezaron a llamarme así. Siempre te gustaba chincharme. Hasta sexto curso que te fuiste de la isla.

-Exacto, ese soy yo. Por si lo quieres saber te chinchaba porque me gustabas, cuando los demás niños empezaron a llamarte igual que yo no me hizo gracia.- Me puse roja como un tomate. Eso aclaraba porque cuando él me llamaba fea se reía pero cuando lo hacían los demás se enfadaba.

-Ah, ahora lo entiendo, lo siento, pero, ¿No podrías haberme lanzado otras indirectas?

-Venga ya. Sabes que cuando me fui en sexto me echaste mucho de menos. En el fondo yo también te gustaba solo que no lo sabías.

-Lo que me faltaba. Perdona que lo haya ignorado hasta hoy.- Nos echamos a reír y entonces dijo algo que me llegó al corazón.

-Lo siento de verdad. Se que a veces me pasaba pero no sabía como hacer que me hicieras caso.- ¡La leche! Pues anda que había madurado el niño. Aunque a parte de madurar… Lo cierto es que me fijé bien y estaba buenísimo. La capucha le daba un aire siniestro de niño malote que me gustaba y encima esos vaqueros a la cintura que dejaban ver los calzoncillos eran provocadores. También tenía tenis tipo Vans pero eso no fue en todo lo que me fijé, Cristian desde pequeño había tenido los ojos azules con la diferencia de que ahora se le notaban mucho más. Eran increíbles.

-¿Ahora si podemos pasear?- Me sacó de mi sueño particular y me levanté. Sin darme cuenta ya habíamos empezado a caminar.

 Hablamos de las clases de las bromas que me hacía y eso pero tampoco pasó mucho más les decía a las chicas que me miraban asombradas por el hecho de que conociera al chico encapuchado.

-¡Que fuerte! Lo conocías… -Dijo Samanta.

-Sí que mala persona. Oye nunca nos contaste eso de que un niño te llamaba fea en preescolar hasta sexto.- Dije yo.

-¡Ay! ¡Que bonito! –Decía Nayara. Y el que nos sorprendió o todas cuando habló fue Carlos.

-¿Segura que no pasó más nada Tamara?

Todas nos quedamos mirándolo alucinadas y Tamara se echó a reír. Carlos había acertado. ¿Qué más habría pasado entre Cristian y Tamara?

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