-Pues sí. No sabía si era algo serio.-
La miramos embobadas. Tamara nunca había tenido nada que no fuera serio. Que
supiéramos claro esta.
-Al parecer lo es.-Dije yo. Carlos nos
miraba sin decir nada.
-¡Pero cuéntanoslo todo!- soltó
Samanta.
-¡Si venga!-Dijo Nayara.
-Qué pesadas. A ver, empiezo.- Todas
sonreímos de oreja a oreja cuando decidió que nos lo iba a contar. Pero ninguna
pensó que lo que les iba a contar iba a ser tan alucinante.
-Hace dos semanas, vi a un chico en la
guagua pero ese chico estaba tapado con una capucha. Me pareció muy extraño y
tenía curiosidad por verle la cara. Llegó su parada y se bajó. Al bajarse se
pegó mucho a mí ,que estaba en la puerta apoyada ya que no había espacio, y sin
yo darme cuenta me metió un papel con su número de teléfono y un "llámame
guapa" en mi chaqueta. La nota la encontré dos días después cuando casi
meto la chaqueta en la lavadora. Cuando la leí no me imaginé que fuera el chico
de la guagua pero yo como soy tan lanzada lo llamé. Cuando me cogió el teléfono
fue muy gracioso.
-¡Hola! Acabo de encontrar tu nota en
mi chaqueta. Eres un mentiroso.
-¿Un mentiroso porqué?-Al lado del
teléfono noté como sonreía.
-Porque no me considero guapa, es más,
desde pequeña los niños se reían de mi diciéndome que era fea.-Recordar aquello
me hizo sacar una sonrisa. Me había cogido cada berrinche con aquello. Mis
padres no sabían ni que decirme. Para mi madre yo era la más guapa.
-¿Y si te digo que para mí eres la
chica más guapa que he visto?-Me quedé callada. Aquel chico lo único que quería
era tirarme los tejos. Y encima lo estaba haciendo de maravilla. ¿Quién sería?
-Pues no te creería. Tal vez si me lo
dices a la cara... - El individuo hasta ahora desconocido suspiró y no dijo
nada. ¿No quería quedar conmigo? ¿Y para qué me había dado su teléfono?
-No suelo quedar con cualquier chica. -
No me esperaba esa respuesta así que dije lo primero que se me vino a la cabeza.
-No soy cualquier chica. Tu mismo lo
has dicho. Soy la chica más guapa que has visto.- Al otro lado del teléfono se
notó como reía.
-Tienes razón. ¿Cuando nos vemos?
Mientras Tamara contaba aquella conversación se notaba como se le
iluminaban los ojos. Parecía muy contenta y eso nos ponía contentas a las demás.
-¡Ala! Que guay. ¿Y qué más pasó?- Esa era Nayara que al igual que
las demás nos habíamos quedado con más intriga. ¿Qué habría pasado cuando se
vieron las caras por primera vez? Bueno, él tenía una ventaja, ya la visto pero
ella a él no.
-Sí, cuenta más no seas así.- Dijo Samanta.
-Pues, quedamos en el “Parque García Sanabria”.-Continuó Tamara.-
Justamente en el Reloj. Yo llegué tarde, como de costumbre, y pensé que él ya
no estaría. Lo busqué con la mirada pero nada, no lo encontré. Decidida a que
se había ido caminé para volver a mi casa pero entonces…
-¿Entonces qué?- Dije desesperada.
-Entonces, lo vi. Estaba en un banco sentado. Con la misma capucha
que en la guagua. Me acerqué a él. Como ni siquiera levantó la cabeza para
poder verla la cara me senté a su lado y no me esperé lo que me dijo a
continuación.
-Llegas tarde. - ¿Eso era a mí? Osea, ni siquiera levanta la cara
y me trata de ese modo. ¡Ni un hola!
-Yo también me alegro de verte.- Contesté un poco molesta. Él no
sabía porqué siempre llegaba tarde a los sitios.
-Me alegro. ¿Qué tal si paseamos un rato?- ¿Pasear un rato son
saber su nombre ni ver su cara? Ni de coña.
-¿Qué tal si nos presentamos?- Lo miré para ver si podía ver su
cara pero me fue imposible.
-Ya nos conocemos. –Lo dijo tan seguro que me dio pánico. Yo no lo
conocía. ¿O sí?
Quería verle la cara.
-Pues no te recuerdo. Tal vez si me dices tu nombre y me dejas
verte la cara. – Sin darme cuenta ya se había quitado la capucha. ¡No me lo podía
creer! Pero si era… ¡Cuánto había cambiado! Ahora estaba muy…
-¿Ya sabes quién soy?- Me miró con una sonrisa de lado. Claro que
sabía quién era.
-¿Cómo no voy a saber quién eres? Eres Cristian y en preescolar me
decías que era fea. Y por tu culpa todos los niños empezaron a llamarme así. Siempre
te gustaba chincharme. Hasta sexto curso que te fuiste de la isla.
-Exacto, ese soy yo. Por si lo quieres saber te chinchaba porque
me gustabas, cuando los demás niños empezaron a llamarte igual que yo no me hizo
gracia.- Me puse roja como un tomate. Eso aclaraba porque cuando él me llamaba
fea se reía pero cuando lo hacían los demás se enfadaba.
-Ah, ahora lo entiendo, lo siento, pero, ¿No podrías haberme
lanzado otras indirectas?
-Venga ya. Sabes que cuando me fui en sexto me echaste mucho de
menos. En el fondo yo también te gustaba solo que no lo sabías.
-Lo que me faltaba. Perdona que lo haya ignorado hasta hoy.- Nos
echamos a reír y entonces dijo algo que me llegó al corazón.
-Lo siento de verdad. Se que a veces me pasaba pero no sabía como
hacer que me hicieras caso.- ¡La leche! Pues anda que había madurado el niño.
Aunque a parte de madurar… Lo cierto es que me fijé bien y estaba buenísimo. La
capucha le daba un aire siniestro de niño malote que me gustaba y encima esos vaqueros
a la cintura que dejaban ver los calzoncillos eran provocadores. También tenía
tenis tipo Vans pero eso no fue en todo lo que me fijé, Cristian desde pequeño
había tenido los ojos azules con la diferencia de que ahora se le notaban mucho
más. Eran increíbles.
-¿Ahora si podemos pasear?- Me sacó de mi sueño particular y me
levanté. Sin darme cuenta ya habíamos empezado a caminar.
Hablamos de las clases de
las bromas que me hacía y eso pero tampoco pasó mucho más les decía a las
chicas que me miraban asombradas por el hecho de que conociera al chico
encapuchado.
-¡Que fuerte! Lo conocías… -Dijo Samanta.
-Sí que mala persona. Oye nunca nos contaste eso de que un niño te
llamaba fea en preescolar hasta sexto.- Dije yo.
-¡Ay! ¡Que bonito! –Decía Nayara. Y el que nos sorprendió o todas
cuando habló fue Carlos.
Todas nos quedamos mirándolo alucinadas y Tamara se echó a reír. Carlos
había acertado. ¿Qué más habría pasado entre Cristian y Tamara?
¡Qué fuerte!!
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