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jueves, 19 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 21


¿Por qué me había parado Carlos? ¿Acaso no quería besarme? Seguro que algo pasaba. Lo miré y en su mirada descubrí dudas e incluso miedo. ¿Qué le habría pasado? ¿Había hecho algo mal?

-¿Qué pasa Carlos?- Él no decía nada más bien creo que intentaba explicarme su parón pero que no encontraba las palabras.

-Isabela, yo…

-Mira ¡Sabes qué! No me importa. Si tú no quieres tus razones tendrás. – Estaba tan enfadada que me giré y le di la espalda durante toda la noche. Carlos no había dormido mucho. Él solo la miraba a ella. Era tan bonita. Incluso cuando dormía. Sobre las siete de la mañana consiguió dormir pero total a las diez ya se había vuelto a despertar. Isabela ahora estaba acostada encima de él. La miró sorprendido por como lo abrazaba. Parecía que no quería dejarlo escapar. Carlos le tocó le quitó el pelo que se le había caído sobre la cara a Isabela. Ella se despertó y lo miró. Ella pareció también sorprenderse de cómo estaba abrazada a Carlos y al momento se quitó.

-No pasaba nada, me gustaba como estabas.- Dijo Carlos.

-No, no te preocupes. – Isabela se levantó de la cama e iba a ir directa al baño pero entonces notó como le tiraban de la mano. Carlos se había levantado también y la miraba preocupado. Lo menos que quería era perderla por estúpido.

-Lo siento por lo de anoche.- Quise decirle que no pasaba nada que ya estaba olvidado pero la verdad era que me había dolido su rechazo así que me giré otra vez intentando ir hacia el baño. El problema fue que Carlos seguía agarrándome la mano y no me quería soltar. Entonces, noté como me abrazaba por detrás. Estuvimos un rato así. Hasta que me dijo en el oído.

-Tengo miedo.- Me giré y lo miré confundida. ¿Tenía miedo de qué? ¿De mí? Al ver que yo no respondía volvió a hablar él para decir:

-No quiero perderte. No quiero que cuando recuerdes ya no quieras estar conmigo como anoche. Tengo miedo de que me dejes de lado y te olvides de mí como si nada. Vale, ya lo he dicho.- Al ver que yo no decía nada dijo.- ¿No vas a decir nada?

Yo no sabía qué decirle. Sabía que a Carlos le gustaba incluso sabía que yo le atraía pero que ¿Tenía miedo de perderme? Me dieron ganas de llorar porque me acordé de Ángel. Dios, ¿Dónde estaría? Lo necesitaba.

-Perdóname. Anoche me enfadé y no dejé que me lo explicaras. Pero, entiéndeme tú a mí también. Anoche me acordé de que tengo un hermano: Ángel. Y, ¿él donde está? También me abandonó. Yo no voy a dejarte de lado Carlos. Yo solo necesito que tú me comprendas.

-Pero yo lo que quiero es ayudarte. Siempre.- Lo miré con lágrimas en los ojos al recordar lo que me había dicho justo antes de que nos fuéramos de su casa.

-“Ojala pudiera devolverte tus recuerdos Isabela.”

Él era lo único real ahora mismo. Tenía que confiar en él y contarle todo. Mis dudas, mis penas, mis alegrías. Todo. Aunque eso implicara que me volvieran a hacer daño.

-Vale. Perdóname. –Me miró y asintió. Por fin me soltó la mano y yo fui al baño. No sin antes fijarme en los calzoncillos de Carlos. Soñaría con ellos el resto de la semana.

Cuando salí del baño no había rastro de Carlos por ningún lado así que fui a la cocina y allí sí que lo encontré. Pero no solo. Nayara, Tamara y Samanta estaban con él sentadas en la mesa. Tenía que hablar con Samanta de lo de Sergio pero ahora no tenía ganas. Después lo haría.

-¡Hola chicas! ¿Cómo están?- Todas me miraron sorprendidas por cómo iba. Tenía mi pijama de Mickey mouse. Pantalón corto y camisilla. Nada del otro mundo. A lo mejor estaban sorprendidas por el hecho de que Carlos hubiera dormido conmigo.

-¡Bien! - Respondieron todas a la vez. Samanta me miraba con precaución. Seguro que las chicas ya le habían comentado algo o conociéndolas le habían echado una bronca increíble.

- ¿Tú como estas Isi?- Dijo Nayara. Nayara era otra que me escondía algo y que según ella por ello la iba a odiar. Esperaba que no fuera nada extremadamente malo.

-Estoy de maravilla.- Le guiñe un ojo y ella para mi sorpresa se rió y dijo algo por la bajito pero que yo capte a la perfección. La que también lo oyó fue Tamara que lo dijo en alto. Ella como siempre ni se cortaba.

-Pero dilo en alto Nayara. Todas lo pensamos. ¡Quién no estaría de maravilla con tremendo enfermero!- El aludido me miró y disfrutó de cómo yo me ponía como un tomate. Así que le ataqué.

-Tampoco es para tanto.- Él se echo a reír y buf. Juro que su sonrisa me mata. Él no dijo nada. En vez de eso me sacó una silla, la que estaba al lado de la de él, y me hizo sentarme. Cuando miré la mesa me quedé impactada. ¿Cómo no me podía haber dado cuenta? Estaba repletada de comida: Tostadas, jugo, leche, galletas, bollería, etc. ¿De dónde había salido todo eso?

-Vaya. Ni más comida.-Dije.

-Sí, la hemos traído nosotras.- Dijo Tamara.- Carlos ya tenía la leche en el fuego y el jugo exprimido así que lo hemos preparado entre los cuatro mientras tú estabas en el baño. Por cierto ya nos contó que Carmen le tiró los tejos. Esa mujer no cambia.- Nos reímos todas y así fue la conversación durante el desayuno. Carlos me miraba de vez en cuando y me hacía gracias. La verdad es que me podría acostumbrar a esto. Carlos y yo juntos.

Con esa afirmación me salió otra duda. ¿Carlos y yo qué éramos? ¿Amigos? ¿Novios? Ai mi cabeza. En qué líos me meto yo sola.

Isa la parte morbosa de mi cabeza se reía mientras me decía que Carlos muy pronto me preguntaría lo mismo y yo no sabría qué decir. La estaba empezando a odiar. Era como una pequeña bruja que nadie veía salvo yo y ella se reía a mi costa. No tenía como escapar.

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