Me desperté sudando, había tenido una pesadilla horrible. Estaba
otra vez en un parque. Ésta vez las hojas de los arboles caían por todas
partes. Yo tenía el pelo lleno de ellas. Vi a unos niños correr y cuando vi que
se alejaban, a la vez, un chico se acercaba. Se me tiró encima y su cuerpo me
aplastaba. ¿Quién era? Forcejee con él hasta que me soltó y le pude ver la
cara. Era Ángel. Al principio no se movía ni hablaba pero después solo dijo una
cosa: “Recuérdame”. ¿Qué quería decir eso? Ya lo había recordado. ¿Qué más
tendría que recordar sobre él? Era muy difícil. Odiaba no recordar.
Me levanté para ir a coger un vaso de agua y entonces
tropecé con la cama y el dolor de la pierna fue muy agudo. Me volví a sentar en
la cama y encendí la luz. Al hacerlo y contemplar mi pierna me horroricé.
Algunos puntos estaban muy mal y uno incluso había desaparecido. La próxima vez
que viniera Carlos tendría que…
Mierda. ¡Carlos! ¿Lo había dejado fuera toda la noche? Pero,
¿Cómo era capaz? Con esas preguntas en mi cabeza salí del cuarto rumbo a la
puerta. Entonces, me fijé en que la luz de fuera estaba completamente apagada.
¿Seguiría ahí o ya se habría ido? La verdad que deseaba que siguiera allí pero
por otro lado deseaba que se hubiera ido para así no sentirme tan mal por
haberlo dejado fuera.
Abrí la puerta y estaba todo en completo silencio. Miré el
lugar donde antes había dejado a Carlos. Con la oscuridad no veía nada así que
encendí la luz. Al encenderla tuve que cerrar un poco los ojos porque me hizo
daño. Seguía mirando el lugar donde lo había dejado sin embargo el no estaba
allí. Me sentí triste y preocupada. ¿Cómo podía haberlo hecho? Carlos siempre
me ayudaba en todo y yo voy y se lo pago así. Dejándolo dormir por fuera de mi
casa. Con ese pensamiento me dispuse a entrar en mi piso pero de pronto me fijé
en la puerta. En ella había una nota en la que ponía: “Isabela, si has salido a
buscarme que sepas que no me he ido. Estoy en el baño de tu vecina porque a ti
te toque pero pasaste de mí.”
-Vaya. La has leído.- Me giré y contemple al precioso hombre
que tenía delante. Dormir en el suelo le había provocado arrugas en la ropa
pero aún así seguía guapo. El pelo le caía por la frente y le brillaban los
ojos. También me fijé en que tenía ojeras. Por mi culpa.
-Sí, la he visto.- No añadí nada más solo lo miraba hasta
que el dijo.
-¿Y ahora me dejarás entrar?
-No sé. Me lo pensaré. –Carlos me miró fijamente y eso hizo
que me dieran ganas de besarlo otra vez. Tenía ganas de estar como estábamos en
su casa. Si no hubiera recordado a Ángel ¿Qué hubiera pasado?
-Pues piénsatelo. Cuando tengas una respuesta me avisas.-
Carlos se fue en dirección a el rincón donde tenía la manta. Iba a volver a
acostarse allí y no lo podía permitir.
-Entra. Pero dormirás en el sillón.- Lo miré y él me miró.
No parecía conforme.
-Si no duermo contigo no voy a entrar. – Lo miré sorprendida
y sin saber qué decir. Carlos quería dormir conmigo y yo también pero ¿Y si no
quería solo dormir? Para que engañarme. Yo tampoco quería solo dormir así que
le dije.
-Entra.- Él recogió la manta y entró. Yo fui directa a la
cocina para beberme el vaso de agua que no me había podido beber antes. Carlos
iba detrás mía y cuando entramos en la cocina yo me dirigí a la nevera y él se
sentó en una silla.
Cogí mi vaso y me lo llené de agua. Cuando ya estaba
dispuesta a bebérmelo me di cuenta de que si yo tenía sed a lo mejor Carlos
también.
-¿Quieres agua?- Le tendí el vaso pero él me hizo un gesto
negativo por lo que yo lo miré confundida.
-Tu vecina Carmen ya me ha dado agua. A parte de ir al baño
quería ofrecerme quedarme a dormir en su casa ¿Lo sabías? Es muy simpática pero
no creo que quisiera solo dormir.- Lo miré y me empecé a reír por la cara de
Carlos. Parecía horrorizado y era normal que lo estuviera. Mi vecina Carmen
tenía setenta años pero era una zalamera.
-Siempre lo hace.-Dije entre risas.
-Pues debería de pensarse buscar alguno de su edad. Qué vale
que le gusten jovencitos pero…
-Pero nada que disfrute. No sé porque le has dicho que no
querías dormir con ella.- Lo miré y me reí por su cara pero entonces dijo algo
que me derritió.
-Le dije que no quería dormir con ella porque quería dormir
contigo. –Me sonrojé. Me gustaba mucho Carlos. A él no le importaba como era,
él no se enfadaba por dejarlo fuera tirado, por haber estropeado una velada
increíble esa misma noche… Él parecía que le gustaba así. Loca y todo.
-Pues vamos a dormir.- Carlos me miró otra vez pero esta vez
más intensamente. Tenía ganas de tirarme a su cuello y que él me volviera a
subir a la encimera para besarme apasionadamente… Uf, debería dejar de pensar
todas esas cosas. Isa daba saltitos en mi mente indignada por dejar de
imaginarme todo lo que podría hacer con Carlos. Que se aguantara.
-Isabela, tengo que curarte la herida de la pierna. La
tienes peor. –Miré mi herida y la verdad era que estaba horrible.
-Sí sería lo mejor. Me duele un poco.-Me hice la fuerte
porque no quería decirle que la verdad era que me solía bastante.
Caminamos en dirección a mi cuarto. Me senté en la cama
mientras Carlos cogía el botiquín. Él se sentó al lado mío y me hizo poner el
pie encima de sus muslos. Primero limpió toda la zona. Después al punto que se
había zafado le puso uno de pega y ahí me quedé porque me puse a mirarlo a él y
me perdí. Estaba guapísimo. ¿Qué pasaría si lo besara ahora? ¿Me diría que no?
-Bueno esto ya está. Mañana te lo curo otra vez pero hoy
podrás dormir bastante bien.- Eso me lo decía mientras me hacía un masaje en el
muslo. Lo cierto era que me estaba encantando el masaje pero que no parecía
nada relacionado con la cura y Carlos me estaba mirando con una sonrisilla
pícara.
-Pues vamos a dormirnos ¿No?- Carlos no me quitaba las manos
de encima y yo no quería que lo hiciera. Sus manos me recorrían de arriba abajo
el muslo y se paraban muy cerca de mi zona privada. Ese masaje no traería nada
bueno así que me aparté y me acosté en mi lado de la cama.
Carlos se fue del cuarto en dirección al baño. Tardó un rato
pero cuando regresó ya no tenía ropa. ¡Estaba solo en calzoncillos! Pero, ¿Cómo
podía hacerme eso? ¿Por qué no dormía con ropa? ¿Con yo qué sé? ¡Algo que lo
tapara! Encima el bandido venía con una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Se
acostó en su lado de la cama pero mirándome a mí. En esa posición se le
marcaban todas las abdominales y otras cosas. Tenía que dormirme antes de que
fuera tarde.
-Buenas noches Carlos.- Me giré para darle la espalda y así
no mirarlos. No mirar lo increíble que era. No, no. ¡Deja de pensar Isa!
-No me voy a dormir hasta que no me des un beso de buenas
noches.- Me volví a girar para mirarlo. ¡Tendrá morro el tío!
-¿Encima que te dejo entrar te pones con exigencias?
-No son exigencias es lo mínimo por tenerme por fuera de tu
casa. Durmiendo súper incomodo, por cierto. Y por ni si quiera abrirme la
puerta para ir al baño. –Tenía razón. Pero como también se estaba aprovechando
de la situación yo le iba a dar un beso. Pero en el cachete.
Me acerqué a él y con la mayor rapidez que pude le di un
beso. ¿EL problema? Él fue más rápido que yo y en vez de dárselo en el cachete
había girado la cara. Nos estábamos besando y él no parecía querer parar. Al
principio eran solo labios contra labios. Sus labios eran muy suaves y me
provocaban escalofríos. Me encantaba besarlo. Poco a poco empezó a demostrarme
que también quería probarme. Su lengua era muy rápida y eso me estaba volviendo
loca. Cuando me di cuenta el beso había acabado y ahora era Carlos quién estaba
dándome la espalda en su lado de la cama. ¿Me iba a dejar así? ¡Quería al menos
otro beso! O quién sabe. No, esto no se iba a quedar así. Me acerqué a él y le
besé el cuello. Carlos se sorprendió y se giró hacia mí. Yo no me paré y lo
siguiente que hice fue besarle la oreja. Eso hizo que el se erizara por
completo. Vi como sus pezones respondían a mi beso y sonreí. Carlos también
sonrió. Ya no aguantaba más y me tiré a por él. El siguiente beso aún mejor que
el primero. Quería mucho más pero entonces Carlos me paró y yo lo miré
confundida.
Lo que Isabela no sabía es que Carlos no quería llevársela a
la cama esa noche. Qué va. Carlos quería que su relación durara más que eso y por
miedo a que pasara lo mismo que con Lucía hasta que no estuviera seguro de que
Isabela lo quería no pasaría nada más entre ellos.
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