En el trayecto del coche ninguno habló. Lo cierto es que
estaba preocupado por Isabela. Desde que recordó lo de su hermano no me miraba
de la misma forma. ¿Qué le habría pasado? ¿Habría hecho yo algo malo? No quería
que volviera a pasar lo mismo que pasó con Lucía pero tampoco quería ahogar a
Isa. Ella quería que la llevara a su piso y me fuera pero ¿Cómo podría hacer
eso si lo único que yo quería era al menos dormir con ella toda la noche? Velar
sus sueños. Quería saber todo lo que le estaba rondando por la cabeza. Quería
que confiara en mí para todo. Dios, ¿Cómo es que ya no puedo vivir sin ella?
Hace solo una semana y dos días que la conozco y despertó hace solamente dos
que está despierta. Aún así. Isabela era lo único bonito en mi vida hasta ese
momento. Cuando hice enfermería tuve varios ligues pero de días. Después
apareció Lucía que me abandonó y ahora Isabela. Nadie, ni Lucía, me había
llegado tan hondo. Pero, ¿Qué hacía pensando en esas cosas? Isabela estaba mal
por lo de su hermano. Tenía que ayudarla de alguna forma, aunque ella no
quisiera.
Abrí mi piso y me giré para despedirme de Carlos. ¿Debería
de darle un beso en el cachete o en los labios? No pensé mucho más porque
entonces él dijo.
-No me voy a ir.- Lo miré sorprendida pero no dije nada así
que él continuó.
-Si no me dejas entrar dormiré aquí fuera.- Que dijera eso
me sorprendió aún más pero también me hiso reír.
-No serás capaz.- Carlos me retó con la mirada.
-¿Lo crees de verdad? Qué poco me conoces.- Carlos se sentó
en el suelo y se apoyó en la pared. Hizo como que estaba buscando la postura
ideal y después me dijo.
-Pero no seas mala y al menos déjame una manta.- Me miró
otra vez y seguía rentándome. ¿Creía que le iba a decir que entrara? Quería que
me diera pena y al final pasara lo que no pasó en su casa me dijo Isa.
Descubrir eso me dejó petrificada. Lo miré y me decidí. No dormiría en mi cama
(aunque me encantaría que lo hiciera se lo merecía). Entré en mi piso y saqué
una manta del armario. Volví a salir para darle la mata a Carlos y pensé que ya
no estaría pero allí estaba. Le di la mata él la recibió con gusto. Se la puso
por encima.
-Bueno, ya puedes irte cuando te de pena vuelves ¿vale?
-No me vas a dar pena.- Le guiñé un ojo y me reí hasta que
dijo.
-Después de invitar a una chica a cenar nunca me había
acabado durmiendo por fuera de su casa. Es algo nuevo para mí.
-¿Has invitado a muchas chicas a cenar?- Me miró sorprendido
por mi velocidad para una respuesta-pregunta que podría cambiar mucho las
cosas.
-Sí. No a muchas pero a algunas.
De todas formas eres a la primera que la invito a cenar a el bar de mi padre.
Espero que lo tengas en cuenta.- Ahora fue él el que me guiñó el ojo. Yo me
quedé callada y entré en mi piso. Antes de cerrar la puerta lo miré pero no por
mucho tiempo porque la luz era por censor y se apagó.
Cuando se apagó la luz en lo primero que pensé fue: soy un
estúpido. Tenía que haberme colado dentro del piso cuando Isabela había ido a
buscar la manta pero, ¿De qué serviría eso? Yo lo que quería es que ella me
dejara pasar por su voluntad. Que volviera a confiar en mí tanto como para que
me dejara dormir con ella. Solo dormir. ¿A quién quería engañar? Con Isabela
quería más que dormir pero tendría que ir despacio. Habían sido muchas
emociones para ella en tan solo dos días. Había que darle tiempo pero yo
simplemente no podía. Moría por tocarla a cada momento. Quería besarla hasta
que me dolieran los labios. Quería… quería muchas cosas, pero, por ahora, solo
tenía un suelo duro y una manta que olía a ella. Isabela.
Entré en mi piso y me apoyé en la puerta. Aparte de sentirme
mal por lo de Ángel también me sentía mal por haber dejado a Carlos fuera. La
estaba pagando con él y lo sabía pero no podía hacer nada. Parecía mentira que
hace un momento hubiéramos estado besándonos y ahora estuviéramos en mi piso
separados por una puerta. Caminé hasta la pared de fotos y busqué la que salía
con Ángel. Si me había abandonado yo se lo había consentido porque ¿Por qué
sino estaba la foto en esa pared? No entendía nada y me estaba doliendo la
cabeza de tanto pensar. Carlos seguramente se cansaría de esperar que le
abriera la puerta y se iría así que dejé de pensar en él y me fui a tomar algo
para aplacar el dolor. Me quité los tacones por el camino. Me estaban matando.
La herida de la pierna ahora estaba peor. Mira que Carlos me había dicho que me
cambiara que los tacones serían malos para mí pero yo por presumir ahora estaba
así. Mira que siempre me lo decía Ángel: “Para presumir hay que sufrir”.
Ángel, Ángel… ¿Qué sería de él? ¿Dónde estaba? ¿Por qué me
había dejado? Esas tres preguntas eran las más importantes entre otras. Las
quería resolver pero era imposible. Lo más lógico sería llamar a mis padres y
que me lo contaran todo pero y si me hubiera dado una rabieta con ellos y
hubiera sido culpa mía el irme y acabar aquí sola. Qué va. Eso no lo podía
hacer. No podía llamar a mis padres.
Después de tomarme algo para el dolor me acosté en mi cama. Ya
me había cambiado y duchado. Estaba muy cansada así que no fue difícil
dormirme.
Lo que
Isabela no sabía es que Carlos seguía acostado por fuera de su piso y que no se
iba a ir aunque ella no saliera a buscarlo
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