Carlos se dio cuenta de que me había dejado de reír. Ahora
el ambiente en el coche había cambiado.
-Si estas pensando que aquí acaba la noche te estás
equivocando. Te voy a llevar a otro sitio.- ¿A qué sitio me llevaría esta vez?
Lo cierto es que no me importaba. Yo solo quería estar con él todo lo posible.
-¡Por mí encantada!
No tardamos mucho en llegar a una casa terrera. Ésta estaba
no muy lejos de donde yo vivía pero clarísimamente era mucho mejor que mi piso.
Cuando salí del coche en lo primero que me fijé fue en las luces que rodeaban
el camino hasta la entrada, la cual, estaba cubierta de flores de todo tipo y
que conste que para ser un hombre estaban demasiado cuidadas. Caminamos y yo no
dije absolutamente nada aunque tenía mil dudas que quería resolver. ¿Para qué
me había llevado a aquella enorme casa? ¿No pensaba que estaba siendo muy
directo? Aunque sinceramente no me importaba. Isa se había imaginado cosas
peores que una enorme casa para nosotros dos solos. Tenía que hacerla callar.
Poco a poco Isa se estaba apoderando de mí y como siguiera así tendría que ir a
un psicólogo para hablarle de mi doble personalidad. ¿Pero en que estaba
pensando? Dios. Qué nervios.
Carlos abrió la puerta y me hizo pasar.
-Te presento mi humilde casa. Ponte cómoda y es como si
fuera tuya. –Un momento. ¿Su casa? ¿Estaba hablando enserio? ¿Suya? ¿De verdad?
Pero si eso no era una simple casita. Qué va. ¡Era un caserón!
-Vaaaaaya. ¿De verdad es tuya?- Fue lo único que alcancé a
decir. Estaba sin palabras.
-Sí. Toda mía. Me ha costado mucho pero bueno, este es el
resultado de trabajar sin descanso como enfermero.- La leche. Me tendría que
pensar muy seriamente si hacerme enfermera.
-Es impresionante.- No paraba de decir cosas así. En mi
cabeza solo resonaba un ¡Joder con el enfermero! Pero clarísimamente no lo
dije. En vez de eso seguí caminando. Pasé por la sala (que era dos salas de la
mía) y me encontré con la cocina. Era preciosa. Una cocina negra con los
muebles blancos y grises. Parecía de exposición. Me fijé en un ventanal que
había. El ventanal daba al jardín con… ¡Una piscina! ¿Pero cómo se lo podía
permitir? Isa, la muy graciosa, me recordó, que su padre era dueño de un bar.
Cierto.
-Tú casa es enorme Carlos. Mi piso en comparación no es
nada.- Carlos, que estaba con algo en la encimera me miró con una sonrisa en
los labios y me dijo algo con lo que tenía mucha razón.
-Por ser más grande no es mejor. Prefiero la tuya. Aunque,
lo cierto, es que preferiría cualquier sitio en el que pudiera estar contigo.-
Me quedé congelada pero sonreí. Carlos me gustaba mucho más de lo que yo
pensaba.
-Toma.- Me tendió una copa y yo me quedé mirándolo hasta que dijo.- Te daría champán o
algo así pero es que no me lo puedo permitir.- El chiste nos hizo reír a los
dos tanto que tuve que dejar la copa con Fanta que me había dado. Encima de
estar buenísimo era encantador.
-Gracias a que al menos tienes Fanta. Si fuera Coca-Cola no
te la aceptaría. No me gusta. –Carlos me miró sorprendido. ¿De verdad no te
gusta la Coca-cola? Eres más rara de lo que pensaba. ¿A quién no le gusta? Vas
a ser mi bicho raro.
-¡Oye! ¿Cómo que bicho raro?
-Vale. Serás mi bicho.- Puse mala cara.- ¿Mi bichito mejor?
Nos reímos hasta que me giré y me quedé mirando la piscina.
Las luces estaban encendidas en ella y tenía reflejos de colores. Era preciosa.
Carlos me abrazó por detrás y yo me quedé muy quieta. No quería que se quitara.
Me encantaba Carlos podía sorprenderte un millón de veces y seguiría con esa
sonrisa como si para él no fuera nada. Él era así.
Estuvimos abrazados así bastante rato. Sin decir nada. Solo
él y yo. Pero entonces pensé que me tenía que lanzar. Quería besarlo. Me giré y
él me miró directamente a los ojos. Me acerqué más hasta que casi nuestros
labios estaban unidos, pero, no sé porqué, Carlos se separó y me cogió de la
mano para sacarme fuera del ventanal. Ahora estábamos al aire libre. Al lado de
la piscina. ¿No pensaría tirarme no?
-Ahora.- Dijo Carlos, con lo cual, yo me confundí.
-¿Ahora qué?
-Que me beses ahora.
Se acercó a mí tanto que no cabía ni un alfiler en medio de
los dos. Me tenía cogida por la cintura y yo solo deseaba besarlo pero él no lo
iba a hacer. Quería que fuera yo la que lo hiciera. Siempre se me había dado
mal dar el primer paso pero como se trataba de Carlos y me moría por besarlo
fue “coser y cantar”.
Acerqué mi cara a la
de él. Carlos no se perdía ni un detalle. Como el bandido estaba disfrutando
quería darle una lección. Pegué mis labios a los de él y desde ese momento ni
lección ni nada. Un fuego abrazador me fundió entera. Carlos me agarró el
rostro con sus manos y empezó a darme el mejor beso de mi vida (que yo
recordara). Al principio fue solo labios contra labios. Las luces de la piscina
seguían cambiando de color y aunque hacía fresquito a mí el ambiente cada vez
se me hacía más cálido. Entonces me rozó los labios con su lengua y me derretí.
Saqué la mía y lo rocé débilmente pero Carlos quería más así que me tiré a la
piscina (no literalmente, claro) y empezamos una lucha de lenguas. Sus manos ya
no estaban en mi cara, ahora, me sujetaba las caderas para mantenerme pegada a
él. Nos separamos y lo miré. Tenía una preciosa sonrisa en los labios que me
enamoró. ¿Me estaba enamorando de verdad o solo era por el hecho de no
recordar? La pregunta se me quedó en la mente hasta que dijo.
-Isabela, quería darte este beso desde que te vi el primer
día en el hospital.- Yo no sabía qué decir. El beso me había encantado pero que
él me dijera que lo había querido hacer desde que me vio me gustó mucho más.
Nadie me había hablado así nunca.
-¿No vas a decir nada?- Carlos tenía una sonrisa ladeada que
me estaba matando. Ya le había dado un beso pero ahora Isa quería más. Qué carajos.
Yo también quería más.
Carlos me arrastró de nuevo hacia la cocina. Cerró el
ventanal y me miró con una sonrisa picara. Yo estaba apoyada en la encimera
pero Carlos no quería eso. No, no. Él me levantó y me hizo sentarme encima de
ella. Me volvió a besar pero esta vez más apasionadamente. Me agarró los pies y
me hizo enroscarlas a su cintura. Me levantó en peso y entonces…
Entonces, recordé a mi hermano Ángel cuando me cogía en
brazos. Yo le decía que no lo hiciera. Me daba miedo. Recordé su risa. Su
increíble risa, esa que contagiaba a cualquiera. Él me decía que no tuviera
miedo que confiara en él.
-Pero ya confío en ti.- Le había dicho yo a lo que él me
había respondido.
-No deberías.- Lo miré confundida y comenzó a hacerme cosquillas.
Él se reía. Sabía que odiaba que me hicieran cosquillas. Tenía por todos lados.
-¡No! –Risas-¡Eso es trampa!-más risas- ¡Apiádate de mí!
-¡No lo haré!- Ya no soportaba las cosquillas me dolía un
costado de tanto reírme así que le dije.
-¡Me enfadaré! Como sigas asiéndome cosquillas te juro que
no te hablaré más nunca.- Ángel paró bruscamente y me miró.
-No serás capaz.- Se había quedado pálido total. Lo miré
confundida.
-Pues claro que no sería capaz.- Lo abracé como siempre lo
hacía. Ángel se dejó. Lo cierto es que nosotros no éramos de los hermanos que
estaban discutiendo siempre. Nosotros nos queríamos y siempre estábamos apoyándonos
en todo. Él era el amor de mi vida. Lo
quería más que a todo y que a todos y siempre estábamos juntos.
Recordar todo eso me hizo separarme de Carlos. Él me dejó en
el suelo otra vez. Me senté en una silla que había en la cocina. Y me apoyé en
la mesa. Recordar me había dejado agotada pero sobretodo preocupada. ¿Dónde
estaba mi hermano? ¿Por qué razón me había dejado sola tanto tiempo? ¿Y mis
padres? ¿Por qué no me hablaba con ellos?
-Isabela, lo siento, a lo mejor fui muy deprisa.- Carlos me
miraba muy preocupado. Yo lo miré con las lágrimas a punto de salírseme. La
verdad es que quería estar sola. Que me tragara el mundo. Me sentía abandonada.
-No es por ti Carlos. Acabo de recordar a mi hermano.-
Carlos se quedó callado un momento. Seguramente estaría pensando en cómo podría
haberlo olvidado. Mi hermano había estado conmigo antes de comenzar las clases.
Antes de mudarme a las Islas Canarias. ¿Cómo era posible que hubiera borrado
totalmente a mi hermano? Él era el chico de la foto. Él era el chico de mis sueños.
Todo era muy confuso. Me había dicho que lo recordara.
-¿Tú hermano? ¿Y cómo es posible que lo hayas olvidado? La
pérdida de memoria según tú solo era de 2 años de tu vida. Un hermano está
desde que naces. ¿O es menos que tú?
-No. Él es mayor que yo. Se llama Ángel y éramos
inseparables. No sé donde está ni por qué me ha dejado sola.
-Bueno, al menos ya lo recuerdas. Ahora podrás contactar con
él cuando llegues a casa.
-No, el problema es que vivíamos con mis padres los dos
antes de yo venirme a Tenerife. No sé lo que pasó para que mi hermano y yo
hayamos perdido el contacto y para que no me lleve con mis padres. Tuvo que ser
algo muy grave Carlos.
-Lo siento. Ojala pudiera devolverte tus recuerdos.- La
sinceridad de esa frase me hizo poner los pies en la tierra otra vez. Lo miré
sorprendida.
-Muchas gracias Carlos, por todo, eres la mejor persona que
he conocido desde hace mucho tiempo.- Él me miró largo tiempo y después dijo.
-No es nada. Siempre estaré aquí Isabela. Ayudándote.- Eso
también lo había dicho Ángel. ¿Y ahora donde estaba? En él era en el más que
había confiado en toda mi vida y ahora tampoco estaba. No podía confiar en
nadie. En Carlos tampoco. Un día se iría y yo me quedaría destrozada igual que
ahora.
-Carlos, ¿Te importa si me voy a mi casa? Es que ahora no
puedo pensar en otra cosa que no sea en Ángel. Me siento mal.
Necesito ir a mi casa espero que lo comprendas…
-Claro que sí pero yo te llevo.- No dije nada porque él me
había traído y aunque no quedaba muy lejos de mi piso llevaba tacones. Maldita
sea.
Esto cada ves se. Pone mas interesante quiero mas. Maaaaaaasssss
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