Carlos se había ido. Pero antes me había dicho que me
pusiera más guapa. Más guapa de lo que estaba habitualmente me había aclarado.
Creo que sí es una cita. Me dijo que íbamos a ir a un bar. Un bar importante
para él. Me estaba vistiendo. Había comenzado maquillándome como nunca lo
hacía. Mis ojos ahora eran según youtube: ahumados. En un color negro que me
hacía más elegante. De vestuario había escogido un traje negro. Siempre pega
con todo. Toda mujer debería de tener uno en su armario. Éste, recuerdo que me
lo compre con las chicas. Ellas me obligaron. Dijeron que era imprescindible.
Tenían razón.
Me quedé parada. Había vuelto a recordar. Recordaba a mis
amigas perfectamente ahora. La verdad es que después de habernos conocido en el
baño de chicas no nos habíamos vuelto a separar. Ellas fueron las que me
presentaron a Sergio. Samanta siempre fue muy callada respecto a él. No le
guardaba rencor por lo que había hecho. La verdad es que la entendía. Nadie
manda en el corazón. Lo que no entendía es por qué había dejado que Sergio me
engañara. Eso tendría que explicármelo la próxima vez que nos viéramos.
En cuanto a Tamara ella siempre había sido tal y como se
mostraba desde que desperté del coma. Era una buena amiga y siempre que la
necesitaras estaba ahí. Podía confiar en ella. Nayara era otro caso. Con Nayara
desde el principio había tenido la mejor amistad hasta el momento. Nos habíamos
hecho inseparables y siempre estábamos juntas. Samanta y Tamara se quejaban de
que a veces pasábamos de ellas. Pero es que con Nayara tenía algo especial.
Tendría que darles un gran abrazo mañana y decirles que las había recordado. Pero
lo que no me podía quitar de la cabeza es qué me habría hecho Nayara para que
según ella cuando me enterara la odiase. No creo que la pueda odiar.
Ring. Ring. Ring. El timbre siempre me traía dolor de cabeza
pero esta vez lo único que me trajo fue una gran sonrisa. Detrás de esa puerta
estaba Carlos. Esperándome para ir a cenar.
-¡Hola!- Me miró de arriba abajo y yo me puse roja como un
tomate. Él jodido no se cortaba para nada. Me gustaba. Y si él no se cortaba yo
no iba a hacerlo. Lo miré de arriba abajo. Estaba impresionante. Es que se
pusiera lo que se pusiera siempre estaría increíble.
-Hola Isabela. Qué guapa estas. - Esta vez me miraba a los
ojos. Me lo quería comer. Me cogió la mano y me arrastró fuera de mi piso.
Cerré la puerta y lo miré. Él me volvió a coger la mano y me hizo caminar hasta
su coche. Esperaba que ponerme tacones valiera la pena. Algo me decía que si
iba a valer.
El bar era precioso. La verdad es que estaba un poco alejado
de donde yo vivía pero no había visto nada comparado a ese bar. Era bonito,
familiar y sobretodo tenía un toque moderno que me enamoró. Las paredes eran
color miel y tenía colgadas del techo pequeñas luces que daban un ambiente muy
cómodo, lo que hacía que pareciera que estábamos en una cueva. Nos sentamos en
una mesa de madera. Todas eran así. Daban un toque increíble. Carlos cogió la
carta y a mí no me dio tiempo ni de mirarla. Llegó el camarero y él pidió la
comida. Me quedé sorprendida. ¿Me gustaría lo que había pedido? De todas formas
me lo tendría que comer.
-Me gusta mucho este sitio. ¿Cómo es que se llamaba?- Carlos
que hasta ese momento solo había estado mirando el bar en busca de alguien me
miró directamente a los ojos. Me quedé impactada por su mirada. Era como si
todo él estuviera encantado de estar ahí conmigo. Me alagó.
-A mí también. Se llama “La cueva”. Te he traído aquí porque
de pequeño mi padre siempre me traía. Pasé mucho tiempo en este bar y es muy
especial para mí.- Lo miré y se me derritió el corazón. Carlos aparte de ser
extremadamente guapo y atento también era cariñoso. Lo quería todo para mí. Una
vez más habló Isa. Qué horror desde que vio a Carlos aparecer en la puerta no
pensaba sino en qué pasaría a la vuelta del bar. Me estaba poniendo nerviosa.
-Un nombre muy apropiado. ¿Y dónde está tu padre ahora
mismo?- No le dio tiempo a responder porque un hombre bastante alto y guapo
apareció y Carlos se levantó de su asiento. A la vez yo hice lo mismo sin saber
muy bien quién era ese hombre y porque Carlos se había levantado. Entonces el
nuevo hombre me respondió la pregunta.
-Su padre está aquí mismo.- No me lo podía creer. ¿Ese era
su padre? Si parecía que se llevaran poquísimos años. Ese hombre no parecía un
padre como era el mío. Rechoncho, con entraditas por los años y esas cosas.
Normal vamos. No, el padre de Carlos parecía un modelo sacado de una revista.
Llevaba puesto un traje. Al parecer muy caro. El pelo si era cierto que era
igual que el de Carlos al igual que sus ojos.
Me pareció imposible que fueran padre e hijo pero clarísimamente no dije
nada al respecto.
Carlos lo saludó como si llevaran mucho tiempo sin verse. Se
notaba que había mucho cariño entre ellos. A su padre de nombre desconocido por
ahora se le rallaron los ojos al darle un abrazo. Después de un rato Carlos me
presentó.
-Papá esta es una amiga. Se llama Isabela.- El hombre me
miró sorprendido. No entendí su reacción.
-Encantado Isabela. Yo me llamo Miguel. Es un placer tenerte
aquí. Si mi hijo te ha traído quiere decir que eres una amiga importante. Por
favor, tomen asiento. En un momento les servirán la comida.
Miguel salió en dirección a la cocina y yo estaba anonadada.
Miré a Carlos y le dije.
-¿Es el bar de tu padre?- Me miró y se rio. Le parecía
gracioso que yo estuviera tan alucinada.
-Sí. ¿Algún problema?- La chispa graciosa en esa pregunta la
pasé por alto. Hice una negación en la cabeza y me reí también. ¿Con cuantas
cosas más me podría sorprender Carlos?
Llegó la comida y tenía una pinta exquisita. Cogí mi tenedor
y me puse manos a la obra. Carlos hizo lo mismo y pasamos una velada muy
agradable. Me enteré de que Carlos había estado viviendo encima del bar con su
padre mucho tiempo hasta que terminó la secundaria y tuvo que mudarse a la
capital: Santa cruz. Ahí termino enfermería y encontró trabajo por lo que no
volvió y debido a sus largos horarios no pasaba mucho a ver a su padre. También
me contó que su padre era el único que lo había criado. Por eso, al traerme a
ese bar su padre había dicho que yo debía de ser especial para Carlos. Me contó
otra cosa que me hizo quererle un poquito más sin darme cuenta. Empezó cuando
me contaba que su padre lo había criado solo. Yo como de costumbre hice una pregunta
de las que duelen. Típico en mí.
-¿Y tu madre?- Carlos me miró fijamente y le vi mucho dolor
en esos preciosos ojos. Dejé de comer y me quedé esperando una respuesta. EL
pareció pensar en cómo responderme la pregunta.
-Mi madre me abandonó cuando yo tenía 10 años. Recuerdo
pocas cosas de ella. Mi padre me ha contado porqué se fue y la entiendo. Es una
historia un poco dura para mí.- Yo debería haberme callado pero me intrigaba
mucho porqué una mujer madura que está casada con un hombre tan increíble como
es Miguel puede dejarlo todo y no volver. Así que mi gran ignorancia de los
hechos se apoderó de mí y le pregunté.
-¿Porqué te abandonó?- Carlos me miró sorprendido creo que
nunca se lo había preguntado nadie. Me pareció muy extraña su reacción. Y lo
siguiente que dijo me hizo olvidar el tema y zanjarlo por completo.
-Mi madre era drogodependiente. Nos abandonó a mí y a mi
padre porque no se podía hacer cargo de una familia cuando no podía ni cuidarse
a sí misma. Mi padre lo aceptó porque también estaba cansado de sus arranques.
Yo no me acuerdo de nada de eso y doy las gracias. Lo único que recuerdo de
ella es su sonrisa y sus ojos color caramelo. Era rubia y siempre estaba muy
contenta. Nos quería mucho y se fue porque pensaba que era una carga. No
sabemos nada de ella desde entonces pero esperamos que esté bien.- Se le
rallaron los ojos al contármelo y a mí se me rompió el corazón. Su madre había
sido muy valiente al irse y dejar todo atrás. Saber que era una carga aun en
esas condiciones me parecía un acto de sabiduría pura. Era una mujer muy
fuerte. Me gustaría conocerla y saber que sería de ella.
-Ella hizo lo mejor. – Eso fue lo último que se dijo sobre
ese tema.
Nos terminamos toda la comida. La verdad es que estaba
buenísima. Pensaba que ya nos iríamos pero entonces apareció Miguel con unas
copas de Helado. Yo miré el helado como si fuera una niña pequeña. Tenían una
pinta estupenda y me moría por probarlos. Miguel colocó una delante de mí, otra
delante de Carlos y él se sentó a la mesa con la silla que le trajo uno de los
camareros y se puso otra gran copa de helado delante también.
-¿Puedo comerme el postre con ustedes verdad? Técnicamente
es mi bar así que aunque no queráis lo haré.- Se rió por la broma que acababa
de hacer y Carlos y yo nos unimos. Lo cierto es que cuando probé el helado
estaba mejor de lo que había imaginado. Hablamos de nosotros, de mi accidente,
de mis estudios, etc. En resumen, fue el mejor helado que me he comido en la
vida y con la mejor compañía.
-Bueno adiós Miguel. Ha sido un placer haberlo conocido.-Le
di dos besos y él pasó a abrazar a Carlos.
-No pierdas la costumbre. Hacía ya como dos meses que no te
veía. ¡Soy tu padre no me olvides!
Salimos riéndonos por la imitación que había hecho Miguel
sobre Darth Vader con el típico: ¡Soy tu padre! Entonces pensé que ahora ya estábamos
completamente solos ¿Cómo sería nuestra despedida? Quizás no habría despedida.
Isa la parte morbosa de mi mente votaba por esa última conclusión pero la verdad
es que no solo lo pensaba Isa. Yo tampoco quería el típico beso en el cachete.
Quería dormir con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.<33